La Constitución mexicana: ¿Es o no es la de 1917?

A partir de un comentario que hace unos días me hiciera un colega respecto de la vigencia o no de la Constitución de 1917 y en tal sentido, recordando un texto de don Diego Valadés que leí cuando nuestra Carta Magna cumplió 100 años[1], me surgió la idea de compartir con ustedes la siguiente reflexión. Espero sea de su interés y genere sus comentarios.

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LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA MEXICANA, ¿ES O NO ES LA DE 1917?

Por José Ramón González Chávez

Desde la época prehispánica, para los mexicanos la realidad es producto del vínculo inseparable entre vida y movimiento (ollin-yoliztli), y esta cualidad del ser y trascender humano es perfectamente aplicable a la realidad constitucional, pues el Derecho en general y la Constitución en particular, son productos culturales y la cultura nunca se detiene.

Como he escuchado y leído en aportes de varios juristas, la Constitucion de 1917 es a la vez momento, documento y ordenamiento. De ahí que la línea de tiempo que nos da el centenario de su promulgación, debe llevarnos a pensar al mismo tiempo en nuestra historia constitucional; en el valor del texto constitucional mismo para nuestra vida democrática y en general para la doctrina constitucional del presente; y para la génesis política y social del proyecto jurídico político que de aquí en adelante queremos y requerimos como mexicanos.

Poco reparamos en que la Constitución mexicana es la octava más antigua del orbe y de ellas, la segunda de corte republicano, solo después de la norteamericana[2]. Aunque cada una de ellas es distinta, por ejemplo, la inglesa tiene sus raíces en la edad media, la Estados Unidos de Norteamérica se funda en el siglo de las luces, otras cinco (Bélgica, Canadá, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos) en la filosofía y el pensamiento político de la monarquía constitucional del siglo XIX y la mexicana en el derecho y la doctrina social del siglo XX. No obstante, todas ellas persiguen a su manera y en su contexto los mismos objetivos, entre los que destacan:

  • Definir derechos fundamentales y sus garantías;
  • Establecer la estructura y organización del Estado;
  • Normar la forma y distribución de competencias y atribuciones de las ramas del poder público y ámbitos de gobierno;
  • Regular las relaciones entre gobernantes y gobernados;
  • Determinar las formas de control del ejercicio del poder público;
  • Prever los mecanismos para su reforma.

En todo caso, la constitucionalidad es un factor de cohesión eficaz, más aún en países que como el nuestro son tan heterogéneos en cuanto a sus elementos de integración nacional, tales como las etnias, las lenguas, las culturas, tradiciones, usos y costumbres, los climas, las orografías y hasta las religiones.

Sin duda, toda Constitución lleva en sí misma la huella genética de su respectivo pueblo. Su forma y fondo obedecen a un patrón propio de circunstancias de carácter histórico, jurídico, político, económico, social, cultural. Sin embargo, al menos en el caso de las constituciones de los ocho países que hemos mencionado, tienen en común que han surgido de procesos de independencia o revolucionarios, han sentado las bases para el perfeccionamiento del marco de derechos y libertades, así como de sus sistemas electorales, administrativos y jurisdiccionales y con ello, han podido avanzar en la consolidación de su democracia.

Cualquier Constitucion que pretendiera perpetuarse inalterada, soñando con un régimen inalterable, está condenada a su extinción. Las sociedades abiertas no se pueden regir mediante regulaciones cerradas con precisión suficiente para dar certeza y seguridad, pero con amplitud suficiente para permitir el ejercicio de la libertad. En México, en cumplimiento al inexorable principio de Vida y Movimiento, el rostro constitucional se transforma siempre con el tiempo y la circunstancia.

En 1916-17 el proyecto original de modificar la Carta Magna de 1857 presentado por Venustiano Carranza al congreso constituyente de Querétaro, fue modificado sustancialmente al añadirse ya en el debate los derechos agrarios y laborales, además de principios como el de no reelección entre otros; ajuste mayor, natural y comprensible, pues se trataba de plasmar en la constitución restablecida las causas de las principales facciones revolucionarias. En 100 años, la Carta Fundamental mexicana ha sido objeto de 227 decretos que han modificado 697 veces 114 de sus 136 artículos.

Pero al contrario de lo que se piensa, estas reformas no han sido “parches” o pegotes a un texto ya establecido con anterioridad, ni en su gran mayoría han sido nimiedades. Para muestra, de forma meramente enunciativa, menciono las siguientes[3]:

  • Seguridad Social;
  • Voto de la mujer;
  • Igualdad Jurídica entre hombres y mujeres y género;
  • Composición fija de los legisladores de mayoría y de representación proporcional;
  • Sistema Electoral autónomo;
  • Tribunal Constitucional;
  • Derecho a la vivienda;
  • Derecho a la planificación familiar;
  • Derechos de los niños;
  • Derechos indígenas;
  • Mar patrimonial y espacio aéreo como parte del territorio del Estado;
  • Acceso a la información;
  • Derechos humanos y sus garantías;
  • Medios de control constitucional;
  • Autonomía Universitaria;
  • Derechos, estructura y organización de las telecomunicaciones;
  • Tenencia de la tierra;
  • Distribución de competencias en los distintos ámbitos de gobierno;
  • Planeación del desarrollo;
  • Nuevas relaciones estado-iglesias;
  • Cambio de régimen jurídico político del Distrito Federal
  • Principio Pro Persona
  • Control de Convencionalidad.
  • Nuevo sistema de justicia penal.

Pero vale decir que estas nuevas instituciones constitucionales, imprescindibles en la actualidad, conviven al mismo tiempo con errores o padecimientos que se vuelven cada vez más graves. Me referiré solo a los dos más importantes:

  1. Desde mi punto de vista se ha cometido el error de –si se me permite la expresión- sobre procedimentalizar los nuevos temas, que se manifiesta de manera cada vez más evidente a medida que los ejecutivos federal y locales han ido dejando de contar con la mayoría del congreso a su favor, a grado tal que en el último de los temas citados (el nuevo sistema de justicia penal) se parecía que cerca de 80% de las reformas aprobadas son de carácter procedimental, mismas que como en el caso de las demás, en condiciones normales de constitucionalidad bien podrían haberse remitido a la legislación adjetiva o “secundaria”.

Este padecimiento, por ejemplo, técnicamente provoca la necesidad de ajustes que complican el equilibrio y la vigencia del ordenamiento jurídico en su conjunto, ya que la reforma a algún precepto procesal constitucional, provoca reformas a una gran cantidad de artículos constitucionales, leyes y disposiciones, tal como sucedió recientemente, para citar solo tres casos, con el cambio de régimen de responsabilidades de los servidores públicos, la transformación del distrito federal a la ciudad de México y el nuevo sistema de justicia, que en su conjunto implicaron modificaciones que contabilizan el 14% de todos los cambios hechos a la constitucion en 100 años (!).

Utilizo las comillas al adjetivo “secundaria” de la legislación porque es precisamente esta expresión un reflejo claro no solo del positivismo jurídico del cual todavía no podemos deshacernos, sino del lugar que por lo mismo tiene el resto del ordenamiento jurídico respecto de la norma constitucional, como si la legislación derivada federal y sus respectivas locales no pudieran hacerse valer desde la actividad jurisdiccional con la misma fortaleza y contundencia que como sucede en la mayor parte de los casos en tratándose de disposiciones constitucionales, siendo que en el nuevo sistema la constitucion no está ya solo en la cúspide del ordenamiento jurídico (pirámide Kelseniana) como era en el sistema anterior, sino que ahora su esencia se encuentra en el núcleo que cada norma del sistema, independientemente de su naturaleza (constitucionalismo multinivel).

Quizá sea la razón por la que el constituyente ha pretendido dar rango de ley suprema a los aspectos procedimentales y hasta administrativos del precepto fundamental, por el miedo a que este fuera “interpretado” o ajustado a modo en la legislación ordinaria o reglamentaria por parte de los ejecutivos federal o locales en turno; pero también y a contrario sensu por el recelo del ejecutivo federal de que sus reformas constitucionales fueran “matizadas” en la legislación secundaria por un congreso de mayoría contraria.

Y tal vez por el mismo motivo, la reforma al sistema de justicia solo se circunscribió al tema penal y “se omitió” un rasgo que todas las constituciones mencionadas comparten, salvo la mexicana: la relevancia de las decisiones jurisdiccionales y de las prácticas políticas y administrativas como parte sustantiva del andamiaje constitucional, factores que permiten mantener la coherencia entre deber ser y el ser de la norma, conseguir una vigencia fresca y objetiva del ordenamiento jurídico y en consecuencia, abonar a su credibilidad y legitimidad.

De ahí que la constitucion mexicana, por la desconfianza política entre ejecutivos y legislativos federales y locales, la falta de cabildeo (práctica aun no reconocida oficialmente en el sistema político mexicano) y de negociación política (cada vez más ausente en los distintos órdenes de gobierno), sufra con acento cada vez mayor de una grave distorsión respecto de su naturaleza y características originales, lo que aunado a la sumisión relativa, o si se quiere, débil autonomía de los miembros de los órganos jurisdiccionales, ha llevado a la desconfianza social, así como a la falta de credibilidad y legitimidad de los ciudadanos respecto de las autoridades y con ello, al debilitamiento de todo el ordenamiento constitucional.

Es por ello que en el marco de la nueva constitucionalidad, la verdadera reforma al sistema de justicia en general, no solo la operada en materia penal, resulta imprescindible que las decisiones jurisdiccionales gocen de cada vez mayor independencia de la presión política del ejecutivo y legislativo en turno, lo que permitiría, conseguir la ya mencionada interacción ser–deber ser del derecho y la coexistencia norma–normalidad, esto es, la seguridad y confianza de los ciudadanos sobre sus instituciones y autoridades y por ende su adhesión espontánea a los preceptos fundamentales, actitud que debe ser característica en todo estado constitucional contemporáneo.

  • Debido a la cantidad de reformas que ha tenido y sigue teniendo a lo largo de más de 100 años, la Constitución mexicana tiene otro grave padecimiento: la creciente desorganización de sus temas y la disolución en ella de los bienes jurídicos que protege cada uno de sus artículos.

Tal vez, en aras de no alterar la Constitución en cuanto a la cantidad de sus artículos, el ejecutivo federal y el constituyente permanente en turno, han optado por que una gran cantidad de dispositivos se refieran a cada vez más y variados conceptos, que en ciertos casos ni siquiera tienen que ver unos con otros, ni con los títulos ni capítulos donde se les ha ubicado.

Hasta hace un poco más de tres décadas (recuerdo mis épocas de estudiante de derecho) era relativamente sencillo, con un poco de estudio, conocer el contenido de cada artículo constitucional y relacionar cada uno con un concepto general, por ejemplo: artículo primero universalidad de derechos y garantías; 2° no esclavitud; 3° educación, 4° igualdad jurídica, etc.

Esta claridad conceptual permitió entre otras cosas la tan amplia difusión que en su momento tuvo la obra “Mexicano: esta es tu Constitución”, de Don Emilio Rabasa, obra que en este momento implicaría un trabajo maratónico y de resultados muy relativos en términos de aportación a la cultura constitucional.

En la actualidad es extremadamente complejo determinar el contenido de cada artículo y más aún identificarlo con un concepto general.

Es por ello que resulta necesario emprender una profunda labor de reorganización y reordenamiento de contenidos, tal como ha sucedido en otros países que tienen constituciones “antiguas” como la nuestra (por ejemplo, entre las ya citadas: Bélgica, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos) que sin alterar su estructura original la ponen al día y refrescan su contenido axiológico y normativo.

Así, en paralelo a esta tarea, debería contemplarse la posibilidad de fusionar preceptos, eliminar duplicidades y actualizar la redacción de apartados, a fin de hacerlos más claros y comprensibles para el grueso de la población, lo que facilitaría su eventual adecuación y les daría mayor estabilidad y permanencia, facilitaría la didáctica constitucional a todas las escalas, propiciando la construcción de una cultura constitucional renovada, capaz de ser sustentable en la práctica.

Con todos sus aciertos y sus problemas, con todas sus cualidades y desafíos, nuestra Constitución ahí está, reflejando a la vez nuestros logros, nuestras realidades y hasta nuestros sueños, como guía o referente de trazo que nos hace avanzar en nuestra ruta permanente en el andar siempre inacabado hacia nuestros valores absolutos, como la libertad, la igualdad, la democracia, la justicia.

De alguna suerte, la Constitución es la transposición del yo, el super yo y el ello Freudianos al ámbito del derecho y la política; refleja el ser, el deber ser y el tener que ser del Estado (población-territorio-poder) en un determinado momento. Es en este sentido y después de lo hasta aquí expuesto que considero que la pregunta sobre si la Constitución es o no es la que se promulgo el 5 de febrero de 1917 resulta en términos argumentativos un falso dilema: La Constitución es lo que debe ser y deberá seguir siendo para mantener y reconocer nuestros logros y conquistas, enfrentar los retos de nuestro presente y definir nuestras expectativas al porvenir y para tal fin debe tener siempre presente nuestro principio ancestral de vivir y afrontar la realidad en la eterna simbiosis entre vida y movimiento.


[1] Valadés, Diego, en “Los Grandes Temas Constitucionales”, textos introductorios a la obra de Fernández Ruiz, Jorge. “Derecho Administrativo”. Secretaría de Cultura, Secretaría de Gobernación, Instituto de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. México, 2017. P. 25 y ss.

[2] En el caso de Suiza, país con 42,290 km2 (para referencia es de similar tamaño al estado de Yucatán que comprende 2% del territorio nacional) y 8.5 millones de habitantes (es decir, 1000% más que Yucatán que cuenta con 780 mil habitantes), cabe mencionar que su Constitución es “nueva” de derecho (1999), aunque antigua de hecho (1874), pues luego un siglo de vigencia sumaba de 150 reformas por lo que pensó en llevar a cabo una renovación sin sustituirla para evitar la inquietud de ciertos grupos conservadores, proceso que tardó más de 25 años y que solo logro aclarar contenidos y actualizar algunos conceptos, incorporando además algunas normas consuetudinarias.

[3] Cada una de las cuales, por cierto, podría y debería ser sujeto de amplios y profundos análisis de carácter constitucional desde el enfoque constitucional contemporáneo

Felipe Calderón: Evaluación Sexenal. Consulta Mitowsky

A lo largo de todo el sexenio 2006-2012 evaluamos mes a mes la opinión ciudadana sobre el presidente Felipe Calderón, en esta ocasión presentamos la evaluación final en el que se observa como resultado principal la aprobación final que logra es 53% con tendencia positiva en los últimos meses, pero el documento responde diversas interrogantes como las siguientes

 .La inseguridad fue el tema dominante en el gobierno de Felipe Calderón y no el empleo como planteaba en su campaña. De 2010 a 2012 la preocupación por la “inseguridad” crece pero no lo hacen ni la “drogadicción” ni el “narcotráfico”, por lo que entendemos que la queja ciudadana está más enfocada a la violencia y no a la presencia de las drogas.

Después de dos trimestres muy malos con evaluaciones ciudadanas alrededor de 45%, cierra el sexenio con una evaluación final de 53% y una desaprobación del 46%, es decir, una ciudadanía polarizada alrededor de la figura presidencial pero la aprobación subiendo en los últimos meses.

De los últimos 4 presidentes, quien inicia con una evaluación mayor es Vicente Fox (70%) y el que inicia en ese sentido con mala aprobación es Ernesto Zedillo (42%). Al final el mejor evaluado es Carlos Salinas (77%) y el peor Felipe Calderón (53%). En su último año de gobierno la evaluación promedio de Salinas fue 68%, de Fox y Zedillo 61% y de Felipe Calderón 50%. Si consideramos todo el sexenio, el presidente mejor evaluado en promedio fue Salinas (73%), seguido por Fox (58%), Calderón (57%) y Zedillo (55%).

A lo largo del sexenio la “salud”, la “educación” y la “seguridad” fueron las áreas donde más se le reconoce trabajando y por el contrario a Felipe Calderón se le ve lejano a la “protección de los migrantes”, de la “disminución de la corrupción” y del “control de la inflación”.

Se preguntó sobre 14 eventos que podrían marcar históricamente el sexenio de Felipe Calderón, se le aprueban con más del 60% los “festejos bicentenarios”, la “creación de una nueva policía” y la forma en que se “desenvuelve en los medios”. Las desaprobaciones nunca llegan al 40% salvo en el asunto del “conflicto de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y el SME”, que es el único rubro en el que la desaprobación supera a la aprobación.

“Tolerancia con quienes lo critican” es el atributo mejor evaluado con 30% (8 puntos menos respecto a noviembre de 2006), seguido por “liderazgo” (29%) que a lo largo del sexenio cae 9 puntos porcentuales.

Al final del sexenio de Fox 32% consideraba que había cumplido todas o la mayoría de sus promesas de campaña y en el caso de Calderón ese porcentaje sube a 38%.

Vemos similitud en los finales de sexenio de Vicente Fox y de Felipe Calderón. En el caso del presidente 2006-2012 15% considera que superó expectativas y 58% que las defraudó, parecido al 18% y 57% que logró Fox.

A lo largo del siglo siempre ha sido mayor el grupo que considera que vamos por un rumbo equivocado. 2012 fue el peor de este sexenio; 36% considera que el país tiene un buen destino, tal vez aquí se resume el reto del próximo gobierno que entra en funciones el próximo 1 de diciembre de 2012, mostrar un rumbo correcto. A lo largo de todo el sexenio 2006-2012 evaluamos mes a mes la opinión ciudadana sobre el presidente Felipe Calderón, en esta ocasión presentamos la evaluación final en el que se observa como resultado principal la aprobación final que logra es 53% con tendencia positiva en los últimos meses, pero el documento responde diversas interrogantes como las siguientes   .La inseguridad fue el tema dominante en el gobierno de Felipe Calderón y no el empleo como planteaba en su campaña. De 2010 a 2012 la preocupación por la “inseguridad” crece pero no lo hacen ni la “drogadicción” ni el “narcotráfico”, por lo que entendemos que la queja ciudadana está más enfocada a la violencia y no a la presencia de las drogas.Después de dos trimestres muy malos con evaluaciones ciudadanas alrededor de 45%, cierra el sexenio con una evaluación final de 53% y una desaprobación del 46%, es decir, una ciudadanía polarizada alrededor de la figura presidencial pero la aprobación subiendo en los últimos meses.De los últimos 4 presidentes, quien inicia con una evaluación mayor es Vicente Fox (70%) y el que inicia en ese sentido con mala aprobación es Ernesto Zedillo (42%). Al final el mejor evaluado es Carlos Salinas (77%) y el peor Felipe Calderón (53%). En su último año de gobierno la evaluación promedio de Salinas fue 68%, de Fox y Zedillo 61% y de Felipe Calderón 50%. Si consideramos todo el sexenio, el presidente mejor evaluado en promedio fue Salinas (73%), seguido por Fox (58%), Calderón (57%) y Zedillo (55%).A lo largo del sexenio la “salud”, la “educación” y la “seguridad” fueron las áreas donde más se le reconoce trabajando y por el contrario a Felipe Calderón se le ve lejano a la “protección de los migrantes”, de la “disminución de la corrupción” y del “control de la inflación”.Se preguntó sobre 14 eventos que podrían marcar históricamente el sexenio de Felipe Calderón, se le aprueban con más del 60% los “festejos bicentenarios”, la “creación de una nueva policía” y la forma en que se “desenvuelve en los medios”. Las desaprobaciones nunca llegan al 40% salvo en el asunto del “conflicto de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y el SME”, que es el único rubro en el que la desaprobación supera a la aprobación.“Tolerancia con quienes lo critican” es el atributo mejor evaluado con 30% (8 puntos menos respecto a noviembre de 2006), seguido por “liderazgo” (29%) que a lo largo del sexenio cae 9 puntos porcentuales.Al final del sexenio de Fox 32% consideraba que había cumplido todas o la mayoría de sus promesas de campaña y en el caso de Calderón ese porcentaje sube a 38%.Vemos similitud en los finales de sexenio de Vicente Fox y de Felipe Calderón. En el caso del presidente 2006-2012 15% considera que superó expectativas y 58% que las defraudó, parecido al 18% y 57% que logró Fox.A lo largo del siglo siempre ha sido mayor el grupo que considera que vamos por un rumbo equivocado. 2012 fue el peor de este sexenio; 36% considera que el país tiene un buen destino, tal vez aquí se resume el reto del próximo gobierno que entra en funciones el próximo 1 de diciembre de 2012, mostrar un rumbo correcto.

José Vasconcelos ante la tumba de Benito Juárez

“ANTE LA TUMBA DE BENITO JUÁREZ”

por José Ramón González Chávez

A la memoria del más ilustre de los mexicanos (21/03/1806 – 18/07/1872)

Traigo a la memoria un discurso que con motivo del 47 aniversario luctuoso de Benito Juárez pronunciara José Vasconcelos, uno de los hombres más preclaros que ha tenido México a lo largo de su historia cultural y política.

Al igual que Juárez, Vasconcelos nació en Oaxaca, en febrero de 1882 y murió en la ciudad de México el 30 de junio de 1959. Durante su existencia, se distinguió de tal forma dentro del mundo del pensamiento continental, que su figura ha quedado ubicada para siempre entre la más selecta pléyade de intelectuales hispanoamericanos. Su labor reformadora en el ámbito educativo ha sido considerada por muchos como una de las obras más importantes de la Revolución Mexicana.

Pero antes de incurrir en tan memorable pieza oratoria, ubiquémonos históricamente en el marco histórico en el que fue pronunciada:

1912.- En México, plena guerra civil. El gobierno maderista se encuentra tambaleante. Hay una lucha abierta por el poder entre las diversas facciones políticas, al igual que abierta es la intervención política norteamericana a través de Henry Lane Wilson, embajador de esa nación ante la Mexicana.

Hacía menos de cuatro meses de la sublevación de Orozco, representante militar del plan de Chihuahua. El punto de atención de la contienda bélica intestina se centra en el norte de la República, especialmente en las cercanías de la frontera entre Chihuahua y EE.UU. Francisco Villa y Victoriano Huerta pelean juntos, formando un mismo frente, aunque es evidente la existencia de delicados puntos de fricción.

En la Capital del país, como premio por las derrotas propinadas a las tropas orozquistas, el después traidor Victoriano Huerta es nombrado por el Presidente Francisco I. Madero general en jefe del Ejército Federal.

De otra parte y por la misma razón, los reaccionarios dirigen su mirada hacia Félix Díaz, quien se preparara a encabezar la rebelión en Veracruz, que se efectuaría unos meses más tarde.

En la Ciudad de México, la contienda política es candente.

Inicia el proceso de establecimiento de las directrices del movimiento revolucionario.

Un gran número de miembros de la clase burguesa comienza a emigrar hacia Europa y Estados Unidos.

La medrosa clase media mantiene su indefinición política.

Es en este contexto histórico que llega el 18 de julio de 1919. En el panteón de San Fernando, ante el mausoleo de Juárez, un joven liberal que recién ha cumplido los treinta años, tras un atril, frente a un nutrido grupo de personas, dirige estas palabras:

«SER LIBERAL ES ESTAR PRONTO A REFORMAR Y A REFORMARSE»

Hoy han nacido el recuerdo y la ofrenda del alma misma del pueblo, y todos hemos ido con emoción reavivada a la tumba por donde otros años pasamos agobiados por la culpa de una conducta complaciente, indigna de nuestro antepasado, los firmes ciudadanos cuyo lema confirmado por su conducta se expresó en la máxima valiente de Ocampo: «Me quiebro pero no me doblo».

El pueblo mexicano dolorido por la terrible lucha que apenas termina, se yergue sobre su dolor y redimido de toda ignominia celebra a su patricio magno con la frente ya altiva aunque sangrando, con el corazón firme no obstante la amargura y el luto, con la voluntad alerta después de la contienda y satisfecho porque ha sufrido males irreparables, pero no lleva en el espíritu la infamia de la sumisión.

Se acerca a la memoria del Benemérito, imaginando que quien tanto amó a su patria, aún vela sus destinos y las aspiraciones del alma popular, angustiosas y alegres como las voces del sacrificio fecundo, se vuelven al pasado con orgullo cantando la esperanza de una raza que ha sabido luchar por el bien y morir por la libertad.

Frente a los manes de los antepasados venerables corresponde hacer la estimación de nuestros progresos y el examen de nuestras faltas, por eso hoy que el pueblo, oprimido por el afán de renacer, vuelve a vosotros, padres de la Reforma, y os trae de nuevo su amor y gratitud.

Rotos los falsos ídolos, era preciso que os buscásemos a vosotros, los puros y abnegados: limpio abolengo que nos inyecta firmeza. El espíritu liberal que os animó resucita multiplicado: el ardor presente es el mismo que a vosotros os llevara al sacrificio y a la gloria…

Es liberal nuestra edad y nuestra generación pero también es preciso que ella sepa y lo sepamos nosotros mismos, que ser liberal no nos obliga a guardar respeto idolátrico por las fórmulas liberales o por los hombres que representan en nuestra historia el liberalismo, sino que al contrario, el liberal está siempre pronto a reformar y reformarse: porque es el progreso lo que constituye el liberalismo.

Nuestras instituciones liberales son intocables tan solo mientras no seamos capaces de producir algo mejor, pues no basta para resolver los problemas contemporáneos inspirarnos en el libro sagrado de nuestras leyes, sin tener presente las luces de nuestra edad y sus doctrinas fecundas.

Ninguna generación puede desprenderse de su derecho para hacer leyes, instituciones, moral, arte o genio, de acuerdo con su mayor saber, su mayor ambición o su mayor poder.

El alcance de las fuerzas humanas es ilimitado, porque cada generación tiende a hacerse autónoma, porque cada individuo está en lo justo si considera que su vida y su duda y su problema son únicos, y es él mismo, el obligado a aumentar esa vida y a resolver ese problema único.

Tal imperiosa resolución de desarrollar con independencia cada individuo, sociedad o generación, es lo que constituye el liberalismo. Cuidarte a ti mismo es su fórmula; deja que el destino realice entre todos sus milagros todas sus sorpresas; eres sustancia trabajada por las fuerzas divinas y aquel que se introduce entre el alma y su intuición, entre el hombre y su pensamiento, es sacrílego contra la obra misteriosa que se realiza instante tras instante por encima de los criterios humanos y del poder de las sociedades.

No digas buen apóstol «haz como yo» pero abre tu corazón, da tu experiencia, por si ella sirve para el caso semejante del hermano afligido, muestra el camino hallado, pero no lleves de la mano, educa al discípulo para que mire con sus ojos y camine con sus pies y encuentre su propia ruta. Hazlo andar, porque la libertad es únicamente un medio, indispensable sin duda, pero en sí estéril, un simple requisito para el desarrollo de la obra que es lo que importa verdaderamente es el individuo y en el pueblo.

No basta por eso que el pueblo grite por las calles el regocijo de su liberación, es preciso que dé valor a esa libertad, pues el hombre o la raza que no dan los frutos de su naturaleza, ni la merecen, ni la practican. La obligación de obrar es superior a la de ser libre, y debe ser nuestro estímulo constante.

Puede esta generación envanecerse con su herencia de Constitución y leyes que aseguran la independencia de las religiones y el Estado; mas solo merecerá apellidarse liberal, si en vez de hinchar su retórica en los comentarios y elogios del pasado, cumple los deberes del progreso del presente, subordina su legislación a lo vital y la transforma a igual paso que el progreso, pues no hay edad que no pueda y no deba hacer o reformar Constituciones, leyes o gobiernos, si con ello acelera la marcha demasiado lenta de la civilización.

Coloquémonos entre el pasado y el porvenir exigiendo, un alto, para nosotros, y así viviremos haciendo del pasado un inmenso pedestal y recibiendo en los oídos la música del porvenir pero con la cabeza y los brazos libres para labrar nuestra huella en los senderos del tiempo. He aquí por qué, generación, debes sentirte fuerte y autónoma, para que se realice tu quimera y llenes tu tiempo con los frutos de tu acción: para que tu esfuerzo se imponga al porvenir y te haga inmortal.

Fortificado con esta fe en la acción, vamos noble patricio a continuar las ceremonias en tu honor. Después de esta velada oficial, los liberales de hoy prenderán cerca de las tumbas del panteón histórico las luces que simbolizan el alma de los muertos. Serás ahí de nuevo recordado como en otros años con veneración siempre igual.

Permite que con los homenajes de ellos, los más afectuosos de cuantos recibas en este día, vaya también el centro de nuestro anhelo nuevo a buscar apoyo en ti, padre de firmezas y heroísmos. Permite que en tu tumba misma, entre las oraciones de tus fieles, encuentre confirmación y esperanza nuestro ideal de victoria.

Detenida en tu recuerdo medita esta noche la patria sus destinos. Llora el dolor de sus hijos huérfanos por la guerra civil; pero escucha el suave trinar de la resurrección prolongándose en la quietud hasta convertirse en canto triunfal de vida».

Obama en la Balanza de la Historia

OBAMA EN LA BALANZA DE LA HISTORIA

Por José Ramón González Chávez

Esta semana se da el cambio de ejecutivo federal en Estados Unidos de Norteamérica. El hecho motiva a la reflexión en estas pocas líneas sobre cuál es el legado que dejan 8 años del estilo personal de gobernar –como dijera Don Daniel Cosío Villegas- de Barak Obama, tanto en sus logros como en sus errores y los asuntos que deja en curso o pendientes por resolver.

Para algunos una figura inédita en la historia política norteamericana (el primer Presidente de color –aunque realmente sea mestizo 50-50 blanco y negro-, de familia migrante relativamente reciente, de antecedentes islámicos); para otros, entre ellos varios grupos internos defensores de derechos de minorías y de algunos externos de izquierda radical, solo un “blanco más, pintado de negro”); pero para la gran mayoría un personaje respetable, ecuánime, templado en sus decisiones, sin escándalos personales ni de su familia trascendentes.

Tal como lo marcan los cánones de la Teoría Política, para realizar un balance lo más objetivo posible de toda gestión gubernamental, los éxitos, fracasos y pendientes habrán de separarse tanto en el ámbito del gobierno interior como en el de la política y las acciones en el contexto internacional.

Logros internos:

1. Su manejo de la economía en plena crisis tras la debacle económica de 2008, a la cual tuvo que enfrentar de forma inmediata desde el mismo inicio de su gestión mediante estrategias y acciones de Rescate Bancario y a las grandes empresas (desde más de un año sus empresas más importantes ocupan los 10 primeros puestos de la bolsa de Nueva York), así como con creación de empleos (actualmente la tasa de desempleo en EUA pasó de 10 a 4.7%; en términos macro, el ingreso ha experimentado un aumento real y casi 4 millones de estadounidenses salieron de la pobreza); el impulso a la sustentabilidad en innovación tecnológica, que actualmente es lo más rentable a nivel global; todo lo cual le permitió mantener la estabilidad en medio del más grande caos económico después del de 1929.

2. El indiscutible éxito de su política de salud, les guste o no a sus detractores, quienes lo critican en el “cómo”, pero nunca en el “qué” y con la cual incorporó a más del 90% de norteamericanos y residentes no asegurados.

3. Colocar entre los temas prioritarios de su agenda el Cambio Climático y la sustentabilidad ambiental reflejados en el acuerdo con China, país junto con el cual produce el 40% de los gases de efecto invernadero.

Fracasos Internos:

Muchos estadounidenses consideran que si bien en la teoría los planteamientos y las políticas, programas y acciones de la administración Obama fueron bien intencionados, en la práctica se trajeron resultados nefastos: aumento considerable del costo de la vida; disminución sensible de los salarios, estancamiento del ingreso y aumento rampante de la brecha económica y social, que ha polarizado a la población; recrudecimiento de la política de deportación, que durante el régimen de Obama expulsó a 3 millones de inmigrantes ilegales; la situación económica actual de los blancos con educación secundaria es igual o menor a la que tenían los afroamericanos en los 80); la compra indiscriminada de armas; procedimientos deficientes en la gestión y prestación de servicios de salud; aumento constante en el consumo de drogas, sobre todo heroína y anfetaminas; sistema educativo deficiente, obsoleto y por lo mismo poco competitivo a nivel global; crecimiento sin control de la corrupción – ignorado o hasta consentido por el propio gobierno.

La inconformidad, el resentimiento y la rabia que generaron estos efectos nocivos conformaron un paquete de oferta electoral que ahora se denomina La Ola Antisistema, aderezado con atractivos argumentos proteccionistas y nacionalistas, de alto rendimiento en urnas, usado de manera puntual e implacable como un búmeran por Donald Trump, no solo contra el Presidente que sale, sino ante todo contra su contendiente Hilary Clinton, quien en una desafortunada estrategia de campaña tomó la decisión de no ofrecer más que la continuidad del proyecto de Obama.

Logros Externos:

1. El giro que logró para hacer cambiar al gobierno y el sistema norteamericanos de una postura defensiva después del 11 de septiembre de 2001 a una postura proactiva con tácticas acciones y estrategias que condujeron al asesinato de Osama Bin Laden y otros líderes del terrorismo islámico.

2. El acuerdo con Irán para controlar sus operaciones expansivas en materia de infraestructura y armamento nuclear.

3. La reanudación de relaciones con Cuba y el inicio del levantamiento del embargo después de sesenta años de aplicación implacable, no obstante el “fin de la guerra fría” hace más de 35 años y de la nulidad de resultados en términos reales, logrando el consenso de la fracción republicana en el Congreso como mecanismo para conseguir una paz duradera en Colombia y controlar el affair Venezuela.

Fracasos externos:

Igual que a nivel interno, en materia de política internacional la opinión de sus detractores es similar: la teoría y la retórica de Obama englobada en el lema “menos es más”, si bien efectiva a nivel mediático, en la práctica ha sido poco convincente y efectiva, cuando no ingenua, inoperante y hasta peligrosa: el fracaso en Afganistán, después de 14 años de guerra; los resultados desafortunados de su política de “dirigir desde la barrera” (lead from behin) en Irak y Libia; la pésima estrategia del programa Rápido y Furioso implantado supuestamente para combatir el creciente narcotráfico en la frontera con México; el operativo militar en Siria, también fracasado y costoso en términos militares, logísticos de y vidas, tanto de la población civil como de sus propios soldados; las amenazas contra ISIS y otros grupos radicales islámicos, que no hizo más que avivar fuego y expandirlos ya no solo medio oriente sino en prácticamente todo el mundo; la incapacidad para detener la cada vez mayor intromisión de Rusia en Medio Oriente y para contener la influencia de los intereses israelitas en la política norteamericana  causante del estancamiento del proceso de paz en Palestina; el descuido de sus aliados históricos en la región, como Israel, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes, los sunitas, Egipto y paradójicamente su complacencia ante enemigos históricos como Irán.

Lo que quedó por hacer:

En la bandeja de salida o en proceso, Obama deja entre los asuntos internos más relevantes lograr una política económica más equitativa; mejorar el poder adquisitivo; recuperar y mantener la vanguardia en innovación tecnológica; mejorar la atención y la capacidad de oferta del programa de Salud; realizar una reforma educativa de fondo; mantener el liderazgo en materia de sustentabilidad ecológica;

A partir del 20 de enero Donald Trump deberá dejar de una vez por todas la retórica electoral y decirle a la ciudadanía, ya no como gobernante sino como Presidente, cómo piensa actuar para afrontar y atender todos estos asuntos más los de la economía y la política internacionales, cuyo manejo por lo peculiarmente delicado del contexto requiere de un tratamiento de microcirugía, si lo que quiere es no despertar a monstruos que nadie quiere volver a ver…

Reza un dicho norteamericano que en su primer cuatrienio los presidentes trabajan para lograr la reelección y en el segundo para pasar a la historia. De cualquier forma los ex presidentes en esa nación ocupan un espacio intrascendente para la política cotidiana. Al margen de ello, en todo caso, como el mismo Obama afirmó al referirse al legado de Fidel Castro luego de su fallecimiento: La historia será su mejor juez…

El Día de los Inocentes y el Derecho

EL DÍA DE LOS INOCENTES Y EL DERECHO

Por José Ramón González Chávez

El 28 de diciembre se conmemora el día del año 2 de la Era Cristiana en que según el libro de Mateo de la biblia Herodes I El Grande mandó asesinar a todos los niños varones de menores de dos años que vivían en Belén, Judea, con el fin de eliminar a Jesús de Nazareth.

Algunos historiadores dicen que esa matanza no ocurrió en esa fecha, sino un par de días después de que se llevara a cabo la tan famosa Adoración de los Reyes a Jesús, que aunque no se sabe a ciencia cierta la fecha exacta, como pasa también con todas las fechas de la temporada por no estar en los evangelios bíblicos, tradicionalmente se festeja el 6 de enero.

Sea cierto o no, el asunto es que como sucede con muchas cosas serias e incluso poco agradables y hasta deplorables, en México y Latinoamérica ya saben que todo se agarra para broma, sarcasmo, etc. y es así que desde tiempos seculares es casi un deporte nacional que el 28 de diciembre todo el mundo diga mentiras o haga a quien se deje toda clase de bromas, desde las más ingenuas hasta pesadas o de mal gusto. Llega ese día y hasta nos despertamos con la idea de hacerle una broma o correrle una mentira al prójimo.

Si el tema no pasara de ahí, de lo privado, pues bueno, quedaría todo en el terreno de las relaciones personales; pero cuando una supuesta inocentada llega a rozar o traspasar los límites de la legalidad, es ahí donde ya se involucra el tema jurídico, pues hay veces que se llegan a cometer actos contrarios a derechos fundamentales como el derecho a la información o transgresores del derecho civil, entre otros, todos ellos quedando impunes debido –cuando no a la ignorancia o a la conciencia subdesarrollada- a una mala interpretación de la exigibilidad de la norma por el simple y sencillo pretexto de la fecha, perdiendo de vista que el contenido de valor de toda norma jurídica debe protegerse todos los días, a todas horas. Me explico en un par de ejemplos:

Simular públicamente una situación de peligro o catástrofe, ya sea de índole natural, económica, política o social, tal como lo hacen muchos medios de comunicación masiva en esta fecha, llegando a provocar confusión y hasta daños materiales y humanos, puede traer consecuencias importantes en países como España, donde este acto antijurídico se castiga hasta con un año de prisión y multa. Aquí en México este tipo de publicaciones son hasta festejadas, y es más, parece que existiera competencia entre los medios para ver quien publica la nota más ingeniosa y creíble, con total impunidad en términos no solo de la ley de la materia sino constitucionales, de acuerdo lo dispuesto por el artículo 6° de la Carta Magna.

En Internet, en donde ya parece normal la violación sistemática a derechos, obligaciones y disposiciones en materia civil, en otros países quien haga una publicación donde sea, que vulnere la fama pública, el honor, la intimidad o la propia imagen de una persona deberá pagarle una indemnización por daños y perjuicios más los gastos y costos judiciales. Aquí a todos esos actos también se les hace fiesta, así, como perritos moviendo la cola. Se vuelven virales sin importar el daño que se le hace a quien es víctima de sus ofensas; se compite para ser el más gracioso, ocurrente y/o difamante (si contiene todo eso junto mucho mejor) y no contentos con eso, hasta los replican, convirtiéndose jurídicamente en coautores de la infamia.

Todos estos actos antijurídicos quedan impunes, en términos no solo civiles, sino aun constitucionales, atendiendo al artículo 6° apartado A fracción II (protección de la vida privada y los datos personales) y apartado B fracción III (la radiodifusión es un servicio público de interés general que debe prestarse en condiciones de calidad, beneficio cultural, etc. preservando la veracidad de la información publicada); el artículo 16 párrafo doceavo (las comunicaciones personales son inviolables y su violación constituye delito) relacionado al 73 fracción XXI penúltimo párrafo (competencia de las autoridades federales en la materia para hacerlo aplicable) y al tan mentado y “novedoso” pero por desgracia tan poco respetado Principio Pro Persona uno de los principales garantes del principio universal de Dignidad Humana (artículo 1°, párrafo segundo, interpretación de las normas siempre favorable a la persona y la más amplia protección de sus derechos).

Ante todo esto hay quien erróneamente arguye el ejercicio de su libertad de expresión. Nada más falso, pues esta libertad no es un derecho absoluto, tiene límites, entre los que se encuentran la imagen, la fama pública, el honor, la intimidad de las personas a las que se involucra negativamente y en su perjuicio.

Hace poco en Madrid, 5 jóvenes vestidos de payasos irrumpieron en un cine provocando el horror colectivo mientras filmaban felices el evento para subirlo a YouTube. Provocaron la movilización de la fuerza pública; fueron detenidos. A ese ejemplo pueden sumarse otros en los que se disque informa de robos, se amenaza con hacer explotar bombas o sacando un arma falsa diciendo que se va a usar contra la gente, ataques terroristas, suicidios, accidentes, que han llegado a provocar daños en la salud física y psicológica de quienes las ven o leen, además de que pueden incitar a que los afectados lesionen o vulneren derechos al bromista, provocando también consecuencias legales en su contra. Esto sin mencionar el tema de que los sujetos activos o pasivos sean menores de edad, donde entrarían otros principios y normas jurídicos cuyo tratamiento excede los alcances de esta columna.

¿Se puede hacer cualquier cosa con el pretexto de que “pues es que es día de los inocentes”? Donde está el límite? Hasta dónde una broma o mentira deja de ser eso para convertirse en un acto antijurídico, constitucional, civil, penal o de otra índole? Como dice Luigi Ferrajoli, el Sentido Común en Derecho siempre será el principio a considerar, aunque como ya sabemos por desgracia, tal como afirmó Plastócrates de Efeso “es el menos común de los sentidos”.

Recordemos que exactamente lo mismo pasaba con los baños y el despilfarro de agua el Sábado de Gloria, otro día de conmemoración religiosa, que todo el mundo festejaba con el pretexto del “es que hoy pos si se vale” hasta que tuvo que ser regulado por el derecho administrativo y el penal y que también trae a colación el lamentable y troglodita asunto de la producción venta y uso de explosivos (unos light y otros no tan light) denominados coloquialmente “cuetes” (cohetes para los amantes del buen decir), que siguen usándose sin control, ni regulación, ni sanción jurídica porque “pues es que es para las fiestas religiosas”; “es que es pa’ la pachanga”, aunque contaminen el aire, con el ruido, la basura, provoquen incendios forestales, lesiones, mutilaciones y hasta muertes, como las que lamentablemente sucedieron hace unos días, tema que da para una columna en exclusiva.

Ulrico de Magencia: Personaje enigmático en la Conquista de la Nueva España

ULRICO DE MAGENCIA: PERSONAJE ENIGMÁTICO DEL SIGLO XVI

Un acercamiento biográfico

Por José Ramón González Chávez

Sólo fue sacerdote por un año. En 1512 entró en contacto con cátaros de Montségur.

En Montségur, en los Pirineos, se erguían las ruinas del llamado Castillo del Grial; los cátaros, una de las ramas albigenses. En contra de estos Mahatma Gandhi  de la Edad Media, como los llamara Otho Ralm, se desató la furia de la espada y el fuego, a partir del año 1207 cuando les declaró la guerra el Papa Inocencio III. Y esta herejía, a la que por su parte Maurice Magré –visionarios de otros mundos- denominados el budismo del Occidente, fue casi borrada por obra de la sangre y de la hoguera. La cruzada que asoló la Occitania estaba encabezada por el lúgubre abad Arnaldo de Citeaux y el cruento conde Simón que cabalgaban. Como lo cantara Lenau.

En la región hay grandes planicies verdes rodeadas de bosques sensuales, ríos cristalinos y escarpadas montañas que esconden cavernas mágicas.

Albiguenses sobrevivientes del catarismo que se ocultaban en la región cuidando los vestigios de su antigua apoteosis, es con quienes Ulrico de Magencia aprendió ciencias secretas y una manera sublime de elevar su espíritu. De este modo, en las brasas de esas cenizas –las del culto cátaro-, en la tierra occitana de los caballeros y trovadores donde dice la leyenda se preservó el Santo Grial, con los descendientes de los “puros” y en este lugar de hermosos paisajes, Ulrico de Magencia prendió una luz interna que habría de iluminar su alma y su vida a lo largo de todas sus aventuras.

Ulrico estudió medicina y precisamente en calidad de médico militar se enroló en la expedición de Hernán Cortés a México.

Ulrico fue recompensado con la posesión de una mina de oro que habría de convertirlo en un hombre muy rico. Luego de estar siete años en México –siete años, número iniciático- regresa a Europa dueño de una gran fortuna. Según relatan sus biógrafos, compró en España un castillo cerca de la frontera con Francia. Atesoraba libros y se dedicó a la alquimia y a la astrología. Y las enseñanzas cátaras, que sembraron en él la búsqueda de la paz del espíritu, lo siguieron inquietando y le daban impulso y profundidad a su persona.

Motivado por la lección cátara –queriendo con prudencia, además, poner durante un tiempo de por medio entre él y la Inquisición la distancia del mar-, reunió una flota y en 1540 partió del puerto de Cádiz rumbo al Extremo Oriente. Había sido explorador y conquistador con Cortés; ahora quería ser tan sólo explorador y lo que buscaba era algo superior al oro.

Viajó por tierra en la frontera entre la India y China. Pero su destino principal fue alcanzar las alturas del Tibet e iniciarse con el tercer Dalai Lama, de nombre Sodnam Dschamtso, en disciplinas y conocimientos ancestrales.

Luego de siete años de viaje –otra vez el número esotérico- Ulrico retornó a Europa, a sus posesiones españolas. Entregado al estudio y la castidad, redactó durante años una obra monumental llamada “Arbor Mirabilis”, la que sería publicada en 1556. En ella expone revelaciones y profecías que tienen que ver con el ciclo de 2 mil años de la historia humana. Ahí identifica la liberación de Jerusalén con el inicio de una tercera guerra de todas las naciones.

En el aliento milenario de las profecías hay in símbolo, el del árbol cósmico que remite el mito de la Edad de Oro al origen de los tiempos, al paraíso perdido. La Edad de Plata que se relaciona con la luna, es la era nocturna, la de la religión estática. La Edad de Bronce significa el desencadenamiento de la soberbia, la violencia y la guerra. La Edad de Hierro es la edad oscura, la de las civilizaciones idólatras que divinizan lo material y lo humano. La edad de oro es el antecedente y será la Edad Postrer. Los grandes círculos de la historia se desenlazan como en una espiral que da vuelta sobre sí misma; el fin es el principio.

En “Arbor Mirabilis”, el anhelo del estado primordial se convierte en profecía  como un brote del árbol de Seth, nacido de una rama de Árbol de la Ciencia, el Árbol que estaba en el centro del Paraíso Terrenal.

Pero Ulrico completa los principios iniciático occidentales con la misma influencia hindú y budista, y hace así la profecía –para después de la última guerra anunciada por él- del nacimiento de la Paz Universal, donde los hombres en gran armonía consigo mismos habrán reparado sus errores; confiaba así en lo que los adeptos budistas sostienen como “infinita sabiduría y bondad de la Potencia  innombrable”. La interpretación de las doctrinas orientales le hizo creer en la posibilidad que tiene el hombre de sustentar su vida en el equilibrio perfecto entre el misterio y las maravillas.

Ulrico de Magencia tuvo como discípulo al célebre Nostradamus y se sabe que, en la primavera del año de 1558, abandonó su castillo desapareciendo para siempre sin dejar rastro, perdido en las brumas de la historia.

La Revolución Mexicana: Algunas reflexiones

“REFLEXIONES ACERCA DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA”

Por Raúl Ávila Ortiz y José Ramón González Chávez

«pecado de juventud», publicado en conmemoración del 20 de noviembre. 1984.

CADA NACIÓN TIENE DETERMINADAS FECHAS QUE SIMBOLIZAN LA INFLUENCIA DEL PASADO EN EL PRESENTE, QUE MANIFIESTAN SU VIGENCIA EN EL EXISTIR ACTUAL. EN MÉXICO, HASTA LA RANCHERÍA MÁS REMOTA, EN LA CHOZA MÁS LEJANA, NO PUEDE PASAR INADVERTIDO UN DIECISÉIS DE SEPTIEMBRE, UN VEINTE DE NOVIEMBRE, TAMPOCO ENTRE NOSOSTROS.

El presente trabajo busca brindar un breve marco general de referencia acerca de las causas, antecedentes, evolución y consecuencias de la Revolución Mexicana.

Para entender la naturaleza de ésta, es necesario, desde el punto de vista dialéctico, conocer la diferencia entre dos conceptos: Movimiento y Revolución.

Según distinguido autor, “Revolución es el cambio fundamental de las estructuras económicas; es la transformación  total de un sistema de vida por otro completamente distinto”(1) en tanto que “ Movimiento, es el cambio parcial de las estructuras económicas, y total o parcial de las estructuras sociales, políticas o jurídicas ”(2).

Para Carpizo (3), los movimientos son clasificables en base a dos criterios que no obstante ser diferentes se entrecruzan y dan las diferentes clases de movimientos que conoce la historia:

1. Según su finalidad, el movimiento puede ser de índole político o social

1.1. El movimiento político puede perseguir un cambio de persona, principios jurídicos, sistema o independencia.

A) El cambio de persona puede perseguir la destitución de: un gobernante constitucional, un gobierno de ipso, un usurpador o un dictador.

B) El cambio de principios jurídicos, por su parte, puede perseguir la adición o supresión de ciertas normas: fundamentales, si se refiere a una decisión fundamental del orden jurídico; primarias, si la norma es de índole constitucional; y secundarias si es una norma no constitucional.

C) El cambio de sistema es la renovación de una forma de gobierno que determina una modificación profunda en el orden jurídico.

1.2. El movimiento de finalidad social, por otro lado, persigue que el hombre viva una vida mejor acabando con las injusticias sociales.

2.- Desde la arista de quien realice el movimiento, este puede ser efectuado por: el pueblo, por una clase social, por uno o más de los poderes públicos, por él ejercito o parte de él, o por una minoría ágil. Según algunos autores, los movimientos sociales siempre implican un cambio político, es decir, son una etapa más avanzada en el desarrollo de los movimientos.

Expuesto lo anterior es dable afirmar que los llamados cuartelazos, asonadas, motines, revueltas, etc., bastante numerosos en el pasado siglo en México, fueron movimientos con finalidades políticas cuyos ejemplos más ilustrativos se encuentran en los cambios de un sistema federal a un sistema central y viceversa, consignados en diferentes ordenamientos jurídicos de esa centuria.

En este orden de ideas, pocas revoluciones registra la historia; El paso de la esclavitud al sistema de servidumbre, del de servidumbre al sistema liberal burgués y de éste, en algunos países, al socialismo. En México, entonces, ¿es posible llamar revolución a los hechos ocurridos a partir de 1910?

La Revolución Mexicana de 1910, o de 1913, como lo han afirmado varios autores, es mal llamada Revolución. No existió una transformación fundamental, de esencia, en las estructuras económicas. En realidad fue un movimiento que en 1910 tuvo una finalidad política doble: derrocar a una persona y su proyecto (el dictador Díaz y lo que representaba hasta el momento) y llevar a la Constitución el principio de la no-reelección. Este movimiento político se convirtió en movimiento social en 1913, aunque el movimiento de Carranza siempre tuvo carácter político y -aclarando, en desacuerdo con algunos autores que sostienen que fue un movimiento efectuado por el pueblo, por que del pueblo partió la idea de las reformas sociales y no de quienes conducían el movimiento-, que desde el punto de vista de quién lo efectúo, se conjuga una clase social, uno o más de los poderes públicos, el ejército o parte de él y una minoría ágil.

Las causas motivadoras de éste movimiento político-social fueron, según opiniones generalmente aceptadas: el régimen de gobierno en el cual se vivió al margen de la Constitución; el rompimiento de ligas del poder con el pueblo que consecuentó la deplorable situación del campesino y del obrero; el gobierno central, donde la única voluntad fue la del presidente; la inseguridad jurídica en que se vivió, donde el poderoso todo lo pudo y el menesteroso no fue protegido por la ley; el uso de la fuerza tanto para reprimir huelgas como para aniquilar a un pueblo o a un individuo; haberse permitido una especie de esclavitud donde las deudas se transmitían de generación en generación; intransigencia política que se representó en la rotunda negativa a cambiar al vicepresidente para el período 1910-1916; la entrega de la economía nacional al elemento extranjero; y el raquitismo político de una clase media cuya intervención en los asuntos públicos era completamente nula.

A manera de antecedentes de este acontecimiento histórico, en términos generales podemos citar los siguientes: el Programa del Partido Liberal Mexicano; el Plan de San Luis; las Huelgas de Río Blanco, de Cananea y la Ferrocarrilera, y las rebeliones campesinas, el mismo proceso electoral de 1910.

A continuación, y siempre tocando los puntos salientes, trataremos la evolución o desarrollo del movimiento de que venimos hablando.

En 1901 se forma el grupo “Ponciano Arriaga” que dirigió Camilo Arriaga y de cuyo seno saldrían más tarde los redasctores del Manifiesto del Partido Liberal. Éste, expedido en 1906 en Saint Louis, Mo. por Ricardo y Enrique Flores Magón, Juan y Manuel Sarabia, Antonio I. Villarreal, Librado Rivera y Rosalío Bustamante, luego de examinar profundamente nuestra situación política, social, económica y religiosa. Marcaba los puntos concretos a realizar, los que en forma sintética, pueden agruparse en: libertad de expresión, reformas de tipo político, de carácter educativo, control sobre la iglesia católica, disposiciones de carácter económico y medidas tendientes a mejorar las condiciones de obreros y campesinos. Este Manifiesto proporciona la fuerza ideológica que necesitaban éstos últimos para concretar sus acciones traducidas en las huelgas de Cananea y Río Blanco, por citar algunas.

La efervescencia política, sentida en 1908 debido a la supuesta apertura política propiciada por el General Díaz, con motivo de las próximas elecciones, propició la creación de los Partidos “Democrático”, “Nacionalista Democrático” y “Antirreleccionista”, ideológicamente contrapuestos al Partido Releccionista.

Francisco I. Madero, quien junto con Emilio Vázquez Gómez dirigían al penúltimo de los nombrados, publica el libro “La Sucesión Presidencial en 1910” obra que causara gran inquietud en la opinión pública. Oriundo del Estado de Nuevo León, Madero persigue un fin político al procurar una transacción con el Presidente electo Díaz, aceptando que continuará en el poder pero cediera la vicepresidencia y parte de las curules y gobernaturas al partido antirreleccionista. Después de estériles diálogos conciliatorios entre Madero y Díaz, éste se reelige, y ocupa la Vicepresidencia Ramón Corral, mediante proceso un electoral fraudulento. Madero, luego de ser apresado arbitrariamente, se fuga a los Estados Unidos y expide en octubre de 1910, en San Antonio Texas, el Plan de San Luis, que convocaba a la Insurgencia con obvias implicaciones políticas y cuya fecha de inicio se preveía para el 20 de noviembre. Dada la persistencia del clima político, el movimiento armado estalló en tal fecha en diversas partes del país.

Madero, luego de diferentes hechos de armas, toma Ciudad Juárez declarándola capital provisional de la República; de declara Presidente legítimo de México e integra su gabinete con personajes como Venustiano Carranza y José María Pino Suárez.

Por su parte, Díaz luego de firmado los tratados de la Cd. Juárez y ante la fuerte presión política y social, renuncia y marcha en autoexilio a Europa.

Siendo Presidente provisional Francisco León de la Barra, se convoca a nuevas elecciones. Madero, quién creó el Partido Constitucional Progresista suprimiendo el Nacional Antirreleccionista, triunfa en las elecciones de noviembre de 1911, ocupando la Vicepresidencia de José María Pino Suárez. El gabinete nombrado por el nuevo Presidente causó gran descontento, pues defraudo a los representantes de los intereses y ambiciones de los representantes de los grupos que apoyaron a Madero (vgr.: de los ocho secretarios de estado solo tres eran revolucionarios); pero el error fundamental consistió en ratificar el sistema porfirista, pues no hubo cambios en el sistema burocrático, político, administrativo o social.

Madero olvidó los principios que lo habían guiado en la lucha, se desentendió de las demandas del pueblo, del sector obrero y campesino que le habían dado el triunfo. Pronto empezaron las sublevaciones: Zapata desconoció el gobierno de Madero y lanzó el Plan de Ayala, de contenido primordialmente agrario, reconociendo como Jefe Revolucionario a Pascual Orozco. Wilson, por su parte, luego de fraguar maquiavélico plan en contra de Madero, respondiendo a mezquinos intereses, logró hacerle renunciar obligadamente en febrero diecinueve de 1913, imponiendo a Huerta, que ya como Presidente Provisional se conviertió en un simple pero incondicional ejecutor de las acciones dictadas por la embajada norteamericana,. Huerta, quién juró  no atentar contra la vida de Madero, mandó matarlo junto con J.M. Pino Suárez, el 22 de febrero de ese año, culminado con ello la llamada “decena trágica”.

De esta manera se cierra un capítulo para abrirse otro en la historia que nos ocupa. Ante tales hechos, Carranza, entonces Gobernador del Estado de Coahuila, mediante manipulación del Congreso Local, desconoció al Gobierno de Huerta instando a otros Estados a sublevarse. Investido con facultades extraordinarias para legislar, luego de varios hechos de armas, expide el Plan de Guadalupe el 26 de marzo de 1913, firmándolo entre otros, Álvaro Obregón. Dicho documento, que según Carranza “no era de contenido social por motivos estratégicos”, contenía proposiciones tales como las de derrocar el espurio gobierno de Huerta y formar un ejército constitucionalista. Después de luchas armadas, Carranza llega a Hermosillo en septiembre 20 de 1913, organiza su primer gabinete y reordena su ejército. Los Estados del Norte ya lo apoyaban. Allí habla de crear una nueva Constitución que aparentemente respondería a las demandas sociales. No implicaba un cambio de hombres en el poder, solo “amplias” reformas sociales.

En tanto, Orozco se vendía a Huerta, por lo que fue desconocido por Zapata en Mayo de 1913. Ante las tensiones políticas entre el Congreso y el Ejecutivo que produjeron la muerte del senador Belisario Domínguez, entre otros, y una posible intervención armada norteamericana, la fórmula Huerta-Blanquet, descaradamente, se postuló como postulante a las elecciones extraordinarias celebradas en octubre de 1913, Ante el incontenible avance de las fuerzas carrancistas, la pérdida de apoyo por parte del gobierno norteamericano y la inminente invasión a Veracruz, Huerta, renuncia al poder.

A fines de 1913 el movimiento constitucionalista llega a su apogeo; con Obregón como ariete militar, tenía en sus manos dos tercios del país.

En agosto de 1914 Carranza entra a México. Sin embargo, hay discordias entre Villa y Zapata.

Ante la intransigencia de Zapata y Villa, Carranza convoca a una Convención en la Ciudad de México, en la que es ratificado como Primer Jefe de la Nación. Trasladada la Convención a Aguascalientes, donde ocurrieron serias divergencias entre el pensamiento zapatista y el carrancista. Al adoptar como bandera el Plan de Ayala, la Convención de Aguascalientes nombra como Presidente provisional a Eulalio Gutiérrez, mientras que el Jefe del Ejército Convencionista nombra a Villa, desconociéndose a Carranza, quien huye a Veracruz. Entretanto, Villa y Zapata entran a la Capital.

Desde Veracruz, en diciembre de 1914, Carranza adiciona el Plan de Guadalupe. El movimiento político se convierte forzadamente en social, por evidentes razones de carácter político, pues Carranza y su grupo perdían la partida. De tales adiciones se derivan la Ley Agraria de 1915, la Ley de Relaciones Familiares y la Ley del Municipio Libre, fuentes directas de las futuras reformas constitucionales.

Paralelamente a lo anterior, Obregón destruye a las fuerzas Villistas, con lo que se preparaba el regreso de Carranza a la Ciudad de México.

De está manera, el Congreso Constituyente de 1916-1917, causa final del movimiento carrancista y causa eficiente de la Constitución de 1917 hoy vigente, uno y otra consecuencia política del proceso a grandes rasgos descrito, condensaría las vertientes ideológicas surgidas antes y durante el movimiento político mal llamado “Revolución Mexicana”, y conciliaría, asimismo los intereses económicos, políticos y sociales que le dieron origen.

El principio de la no-reelección, la reforma educativa, la reforma agraria, el municipio libre y la legislación laboral, principalmente, fueron los logros incorporados a la Constitución. No obstante ello, ésta no instrumentó cambios significativos en la estructura del Estado, simplemente legalizó ciertas situaciones de facto, producto del Movimiento sentido.

Los regímenes post-revolucionarios, a ejemplo, han tenido que luchar para dar solución a los problemas no resueltos desde la época porfiriana. Tales soluciones, en su gran mayoría, han sido de carácter político y buscando aliviar solamente a corto plazo dichos conflictos.

La importancia reconocida entonces al sector obrero como elemento de impulso al desarrollo nacional explica el gran avance manifiesto en la seguridad social pero el olvido del primero se traduce también en la crisis de la segunda; la derrota de la facción agrarista ha significado la postrer opresión del sector campesino, quien no fue ni ha podido ser incorporado a la producción nacional. Para nadie es un secreto que la Reforma Agraria resultó en un rotundo fracaso y la política de la dádiva desde hace décadas hasta la fecha resulta inútil cuando no es contraproducente.

Las exigencias del sector social, por otro lado, provocaron el conocido proteccionismo de Estado, cuyo peso ha soportado fundamentalmente la clase media hasta su deterioro paulatino desde mediados de los años 70 hasta la fecha.

La reciente historia de México es un intento frustrado por acercarse al orden jurídico ideal insito en la Carta Magna y las leyes complementarias; un intento a modo de algunos gobernantes por modificar la normativa referente los cada vez más agudos problemas sociales, y un contra-ataque de otros buscando retroceder al estado que guardaban las cosas a mediados antes de la caída de Díaz. Todo esto en medio de enormes presiones internas e internacionales que condicionan el rumbo de cualquier política de tinte genuinamente nacionalista, obligando a la sumisión, voluntaria o no, del neoliberalismo, del cambio neo demócrata cristiano, o como se le quiera llamar.

Coincidimos en que México está en el umbral de una nueva etapa histórica en cuanto a su desarrollo integral, lo que hace necesario un profundo conocimiento de nuestro pasado para comprender la situación actual y dar un paso firme hacia el futuro. Sostenemos que nadie puede participar efectivamente del cambio si no es consciente de la esencia y el objeto de ese cambio al que tanto se invoca.

Los ciudadanos que tenemos conciencia de nosotros mismos como células de la comunidad política y de nuestro entorno social, jugamos un papel decisivo en dicho proceso de conocimiento y concientización; conocimiento del deber de construir y mantener una visión del Estado al que pertenecemos y debemos vivificar con nuestra participación activa; y conscientización de que todos somos uno y de que cada uno somos todos.

¿En qué medida la ciudadanía participará en la definición de la naturaleza y características del tan mentado cambio y del rumbo que este deberá tomar para que haya una verdadera modificación de las estructuras políticas, económicas y sociales que redunden en beneficio de los mexicanos?

Esta en todos y en cada uno de nosotros, dar respuesta a esta tan delicada interrogante.

Reinventar América

REINVENTAR AMERICA

Por José Ramón González Chávez 1

(escrito en la conmemoración del 500 aniversario del

«descubrimiento de América», octubre de 1992)

Tiempos de serias dificultades económicas, en los que se vuelve imperioso abrir los mercados existentes y buscar nuevos caminos para reactivar el intercambio comercial. Tiempos que requieren de la reflexión para encontrar formas de organización política y cultural más eficientes. Tiempos de enfrentar retos y emprender aventuras; de grandes sorpresas que colocan al hombre en una situación de incertidumbre ante el futuro, ante los futuros. Tiempos para reinventar.

Esos fueron los tiempos del mundo hace ya más de quinientos años y esos son los de hoy, los de nuestro siglo XXI.

Al descubrirse en aquel entonces la existencia de aguas, tierras y culturas desconocidas, se abrió para el hombre la posibilidad de recrearse y de recrear al mundo y aún al universo, lo que constituyó el germen del pensamiento liberal, junto a algunas otras cosas como la Reforma Luterana y la Imprenta. Así como entonces, en estos momentos nos encontramos nuevamente ante el desafío de rendirnos cuentas para conocer y reconocer nuestros saldos, individuales y colectivos, locales y nacionales, regionales y mundiales; en otras palabras, para reinventar nuestra realidad.

En efecto, una de las cosas para lo que nos sirve la historia es para diseñar escenarios futuros a partir del diagnóstico comparativo entre el pasado -o mejor dicho, los diversos pasados- y la situación actual, que es su desenlace, situándonos en el medio como dice Duverger de las dos cabezas de Jano.

Tomando como punto de partida esta recurrencia histórica y los distintos escenarios ante los que se encuentra nuestro país, surgen algunas reflexiones sobre el destino de nuestra identidad como nación, integrante de varias regiones en cuanto a sus frutos, pero originaria de una sola en cuanto a sus raíces.

La actividad política, la actividad económica y la actividad social desde siempre han estado inmersas en un constante proceso de retroalimentación. Las reformas económicas, que ahora se llaman globales, pero que de alguna forma y con otros nombres se han presentado antes en distintos momentos de la historia del mundo civilizado, siempre han traído consigo reformas políticas y sociales, algunos de cuyos temas vertebrales han sido lógicamente el de la soberanía y, como consecuencia obligada, el de la residencia originaria del poder; la democracia, la justicia.

¿Qué nuevo rostro deberá de tener nuestra soberanía ante la inminencia del mundo global?, concepto a primera vista pareciera tan contradictorio y hasta paradójico, cuando se confronta al resurgimiento de los nacionalismos, la redefinición de las fronteras locales y regionales, la reaparición de los fundamentalismos y las guerras santas; o cuando por un lado, muestra para todos las bondades de la economía abierta, abriendo también por otro y quizás a su pesar, el desván donde se esconden no pocas de las grandes y penosas vergüenzas de la humanidad.

¿Qué y cómo hacer para conciliar definitivamente al crecimiento económico con la libertad política y el desarrollo de la sociedad? Los regímenes dictatoriales inscritos en la historia del mundo hispánico y ahora el tristemente famosos Neoliberalismo son el testimonio más claro del divorcio entre estos factores y probablemente un rasgo distintivo de nuestra conformación sociocultural, pero también pueden constituir una señal de aviso que nos lleve a reflexionar que en esta región del mundo llamada Arérica, la imposición de modelos globales como solución a problemas locales, independientemente de su color político ha sido en muchos casos desafortunada, y a su vez, una recomendación para andar los caminos que nosotros mismos debemos de construir.

Los indicadores políticos, económicos y sociales del tercer mundo, de América Latina y de México en particular nos muestran lo urgente que es el darnos a la tarea de repensarnos desde una perspectiva original para encontrar -pero no por una vez más, sino de una vez por todas- las soluciones a una problemática que no han sido capaces de resolver, a veces ni aún en sus propias casas, los modelos importados, provengan de donde provengan.

¿Cómo conciliar y reconciliar nuestra realidad hispánica con la realidad anglosajona vecina, con la cual tendremos que establecer lazos cada vez más estrechos? ¿qué actitudes habremos de tomar para enriquecernos mutuamente, de una manera mejor a como ya sucedió hace quinientos años?

¿Cuál tendrá que ser nuestra actitud frente a la realidad indígena, al margen de los folclores del pasado y del presente, para construir un habitat nacional y evitar con ello nuevas segregaciones, nuevos aislamientos?

¿Cómo hacer compatible al interior nuestra diversidad ideológica y cultural ante una realidad que nos afecta a todos, independientemente de nuestra filiación política, de nuestro punto de vista sobre el destino que nos deseamos como nación?

Nos guste o no, es evidente que la historia tiene mucho que enseñarnos: de nosotros tánto como de los demás y de nuestras relaciones recíprocas.

Tenemos -como dice Carlos Fuentes- que desenterrar el espejo para mirarnos a los ojos y de cuerpo entero, divisando al mismo tiempo a los demás, a los que no son como nosotros pero que son nuestros iguales al ser parte del todo, que es lo que conforma el verdadero espíritu global; para SER -así, con mayúscula-, como postulaba el antiguo saludo prehispánico, sólo reflejándonos en el otro.

Errores de la Historia: El Bautizo de América

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El Bautizo de América:

La historia de una equivocación que ha cumplido cinco siglos

La desfiguración de una carta que cambió para siempre uno de los nombres de la Tierra

Por José Ramón González Chávez 

Si -como el griego afirma en el Cratilo- “el nombre es arquetipo de la rosa”, el continente que habitamos debería llamarse Colombia. Lo que en el siglo XVII se consideró una de las peores injusticias de la historia, comenzó a gestarse, sin embargo hace aproximadamente 500 años, en mayo de 1499, cuando entre los colores blancos y azules del puerto de Cádiz el navío comandado por el capitán Alonso de Ojeda empezó a perderse en el solitario Atlántico.

Los resultados de aquel viaje, que cambió para siempre la idea que el hombre tenía de la Tierra, deben comenzar a rastrearse en realidad en 1503, cinco años después de que en su tercer viaje, el más infortunado de los navegantes, Cristóbal Colón, llegará a Venezuela, Trinidad y el Río Orinoco; tres años antes de que el propio Colón, descubridor de América, muriera sin honores, ni riquezas, ni cargos. Es decir, exactamente en el año en que por las principales ciudades de Europa comenzó a circular un puñado de hojas impresas con el título de Mundus Nuvus, escritas en forma de carta por un oscuro comerciante: Americus Vesputius.

La de Vesputius era una carta semejante a todas las que en aquella época solían redactar, soporíferamente, pilotos y cartógrafos.

Estaba dirigida al comerciante florentino Lorenzo de Médicis y contenía la relación de un viaje que por orden del rey de Portugal, Vesputius había realizado a principios de 1501. En todo caso, fue leída con la misma sorpresa con que hoy se recibiría el descubrimiento de un planeta ubicado, digamos, entre la Tierra y Marte.

El autor afirmaba haber zarpado de Lisboa, atravesado el Cabo Verde y desembarcado no en las Indias, si no en tierras hasta entonces desconocidas: un territorio informe que flotaba entre Asia y Europa, y en el que los hombres aún vivían con inocencia; una selva virgen que prodigaba frutos desconocidos y especies que no habían podido soñar los copistas que ilustraron los bestiarios medievales.

“…Nuestros antepasados creían que al sur del equinoccio no había tierra firme”, escribió Vesputius, “sino sólo un mar infinito y aun los que admitían la posibilidad de que por allí se encontrara un continente, tenían diversas razones para suponerlo inhabitable. Por mi viaje he comprobado que aquella opinión es errónea, puesto que al sur del ecuador llegamos a una tierra nueva, que encontramos ser tierra firme. Conocimos que aquella tierra no era isla, sino continente. Yo descubrí un continente habitado por más multitudes de pueblos y animales que nuestra Europa…”.

Antes de la publicación de Mundus Nuvus, la apertura de un nuevo camino a las Indias sólo interesaba a reyes y comerciantes. La noticia del descubrimiento realizado por Vesputius, en cambio excitó a la cristiandad, puso en serios aprietos a teólogos, eruditos y filósofos y despertó el interés de legiones de cartógrafos, geógrafos y aventureros.

Vesputius prometía entregar los detalles de aquel viaje en un documento que a la sazón, todavía se encontraba redactando. Cuando un año después apareció la célebre Carta de AméricoVespucio sobre las islas recién halladas, Europa entera se entregó a la lectura del documento que tiempo después iba a determinar que América fuera bautizada, precisamente, de ese modo. El relato decía que Vesputius (Vespucio, para nosotros) había realizado cuatro viajes entre 1497 y 1504; que en el primero había partido de Cádiz en mayo de 1497, viajado con rumbo a occidente hasta tocar tierra firme “en 16 grados de latitud norte y 90 grados de longitud oeste” y regresado a España el 15 de octubre de 1498.

Aquello significaba que el mundo estaba equivocado. Que la gloria del descubrimiento del Mundus Nuvus no correspondía al Almirante Colón (quien si bien divisó la isla de Guanahaní en octubre de 1492 no pisó tierra firme si no hasta mayo de 1498), sino a un desconocido que se le había adelantado por seis meses y que había comprendido, además, lo que escapara al ofuscado Almirante: que aquellas tierras no eran las Indias, sino un Nuevo Mundo.

Los historiadores no describen sino pálidamente lo que la carta de Vespucio provocó en las cortes europeas. En todo caso, en 1507, un año después de que Colón muriera vencido y humillado, el geógrafo alemán Martín Waldseemülleer público una Introducción a la Cosmografía en la que sugirió que, dado que la cuarta parte del mundo había sido descubierta por Américo Vespucio, “y puesto que Europa y Asia han recibido nombres femeninos, el nuevo continente bien podría llamarse América”.

El libro de Waldseemüller, que contenía la trascripción de las cartas de Vespucio se agotó rápidamente. Según algunos investigadores, incluso fue necesario imprimir dos ediciones en un mismo día.

“Apenas el público se enteró de la insinuación –cuenta el escritor austriaco Stefan Zweig-, la aceptó con entusiasmo. El nombre de América comenzó a figurar por todas partes, en todos los globos, las láminas de acero, los libros y las cartas…”.

Desde entonces, en los libros del siglo XVI, Américo Vespucio apareció como el verdadero descubridor del Nuevo Mundo, Colón, en cambio, como el hombre que solo había descubierto un signficante puñado de islas.

Las cosas recobraron su sitio mucho tiempo después, cuando el atroz redentor fray Bartolomé de las Casas supo que América no se llamaría Colombia.

Las casas, había llegado a las Indias en 1502 y vivido en ellas hasta 1547. Era probablemente el hombre que en el Nuevo Mundo más cosas sabía del cielo y la tierra. Entre ellas, que Colón había sido el primero en pisar el continente, por lo que los informes de Vespucio le parecieron un descarado intento por arrebatar el honor y la gloria que sólo le correspondían al Almirante. Lleno de cólera, inició una investigación que lo llevó a descubrir las cartas de Vespucio que estaban plagadas de inexactitudes: que no podía haber desembarcado “en 16 grados de latitud norte y 90 grados de longitud oeste”, como decía, estas coordenadas correspondían a una región apartada a la costa, en el interior de Honduras; que en Portugal no existían indicios de los viajes que Vespucio decía haber realizado al servicio del rey y que contra lo que falsamente afirmaba, no había desembarcado en el continente en 1497, si no hasta 1499, mucho tiempo después de que Colón desembarcara en Venezuela.

Las Casas descubrió algo peor: que en 1497, lejos de arriesgar la vida explorando los mares del Nuevo Mundo, Vespucio estaba cómodamente instalado, realizando negocios para una casa comercial de Sevilla y fraguando el alud de mentiras que en unos cuantos años lo habían llevado a la fama.

Las investigaciones de Las Casas volvieron a sacudir Europa. Vespucio, que había pasado a los libros como cartógrafo ilustre y navegante esforzado, se convirtió, durante el siglo siguiente, en una hiena de la gloria, el más vil de los usurpadores. En 1627, se sugirió, incluso, que su nombre fuera borrado de mapas, globos y libros.

En el siglo XVIII, sin embargo, un inesperado hallazgo provocó que las cosas volvieran a cambiar. Todo comenzó la tarde en la que el anticuario Francisco Bartolozzi halló accidentalmente tres cartas que Vespucio había dirigido a Lorenzo de Médicis. Aunque básicamente eran las mismas que aparecían en la Carta de Américo Vespucio poseían un carácter completamente distinto. Especialmente por que Vespucio no afirmaba haber realizado el viaje en 1497 sino en mayo de 1499 y sobre todo, porque en ellas no reclamaba para sí la gloria de ningún descubrimiento.

Con todo, la historia no término de escribirse si no hasta 1924, cuando un investigador italiano comprobó que tanto Mundus Nuvus como la Carta de Américo Vespucio “…no habían sido redactadas por este comerciante florentino, si no por una pareja de editores que no habían tenido empacho en desfigurar los textos originales para ofrecer al público un mixtum compositum de verdad y mentira y obtener ganancias espectaculares…”.

Américo Vespucio murió en 1512, sin saber que sus cartas iban a provocar dos siglos de disputas y confusiones. Sin saber que, involuntariamente, se había adueñado del continente que, cinco siglos después, todavía seguiría llevando su nombre.

 

160 Años de las Leyes de Reforma

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160 AÑOS DE LAS LEYES DE REFORMA:

 Entre la Independencia y la Revolución

 Por José Ramón González Chávez

 

El Siglo XIX mexicano -así lo pretenden evocar los actuales programas de “los Centenarios”- es época de Independencia y de Revolución, en la que se gestó y formó nuestro ser como nación y como Estado. No cabe duda que tal como lo afirmó Ortega y Gasset, el ser humano, para ser tal, debe ser comprendido junto con su circunstancia; y en tal sentido, constituyendo un parteaguas entre las fechas que marcan el inicio de estos procesos, el período de “La Reforma”, con actores, sujetos y sucesos, es ejemplo claro y brillante de esta realidad.

Es compartido por la mayoría de los historiadores políticos de México que la lucha por nuestra independencia se produjo en dos etapas: una de carácter humanista y profundo contenido social, encabezada por Hidalgo –padre de la Patria- y Morelos –padre de la República-; y otra jurídico política con Juárez –padre del Estado- y los grandes juristas e ideólogos que compartieron con él, el proyecto del Estado de Derecho liberal.

En aquella primera etapa, los ideales de religiosos y militares revolucionarios, próceres de la patria, fueron derrotados por los clérigos, terratenientes y militares, tan anónimos como reaccionarios, al consumarse el movimiento armado, con lo que estos últimos lograron mantener y proteger sus privilegios, pasando por encima de las grandes y urgentes necesidades de las mayorías populares, lo que propició un régimen peor que el colonial. El Acta de Independencia, “pactada en lo oscurito” en la iglesia de la profesa, no fue firmada por ningún insurgente, en ella se proclamaba la monarquía, entregando el trono al realista Iturbide, en cobarde traición al pacto de Acatempan.

Con la llamada “Declaración de Independencia”, en 1821 (solo unos meses después de que Fernando VII declarara el retorno de la vigencia de la Constitución de Cádiz en las colonias), los únicos beneficiarios fueron: el ejército, que mantuvo e incluso acrecentó sus canonjías, y el clero católico, que se quitó el yugo del Patronato ejercido por la corona española, además de que estableció como única la religión católica, sentó el monopolio del estado civil de las personas, de la impartición de justicia, de la educación, de la acción política ejercida casi en exclusiva por los militares o caciques aliados a ella, convirtiéndose así –como bien lo señala Jorge Carpizo (*) – en un Estado fuerte y sólido dentro de un Estado débil y en gestación, carente de pesos y contrapesos.

Ahí se encuentra una de las principales razones por las que nuestro naciente país se mantuvo por casi cuarenta años (de 1821 a 1859) inmerso en una cruenta guerra civil, que dividió a sus habitantes en dos bandos:

Por un lado, los “Conservadores” para los que la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, baluartes del liberalismo político de la época, sonaban bonito pero en los hechos solo se aplicaban a unos cuantos; el “dejar hacer y dejar pasar”, lema del liberalismo económico y germen del modelo globalizador desde entonces, solo fue conocido y aplicado por quienes estaban en condiciones de sacar de él todas sus ventajas, rebajando al gobierno a la condición de un mero fantoche, gendarme protector de sus intereses y cuyas decisiones se impusieron a tabla rasa a todos los mexicanos, la mayoría de ellos sumidos en una pobreza indignante.

Por otro lado, los “Liberales” constructores de la resistencia, encabezada por Guerrero y otros seguidores del proyecto de Hidalgo y Morelos, que pugnaban por el establecimiento de la República, de un régimen de libertades y de garantías para avanzar hacia la igualdad de todos ante la ley; y por la eliminación de los fueros del clero y el ejército, mantenidos y solapados por tres siglos de régimen colonial.

En esas casi cuatro décadas de guerra civil y de inestabilidad política, México ha tenido más presidentes que en toda su historia. Este proceso de severo desgaste estructural, de carácter económico, social y político, concluyó en 1955 al triunfar el Plan de Ayutla, mientras Juárez y sus compañeros de lucha más cercanos se encontraban en el exilio. El dictador Santa Anna fue obligado a abandonar el poder y se convocó a un nuevo Congreso Constituyente para 1856-57.

Los diputados constituyentes lograron avances jurídicos y políticos de suma importancia, como la aprobación de la “Ley Juárez” (23 de noviembre de 1855) sobre administración de Justicia, que suprimía tanto el fuero eclesiástico en los asuntos civiles y la renuncia de éste en los asuntos penales del orden común, como el fuero militar en asuntos de carácter civil y penal. Igualmente; se promulgó la “Ley Lerdo” (25 de junio de 1856) con la que se desamortizaron los bienes inmuebles de las corporaciones civiles y eclesiásticas; y la “Ley Iglesias (11 de abril de 1857), que prohibió el cobro de derechos por servicios parroquiales a los pobres.

Una vez iniciado el período de sesiones del Congreso Constituyente, el debate se desarrolló entre los mismos dos bandos que se enfrentaran en la gesta independentista: en aquel entonces se les llamaba “insurgentes” contra “realistas”; ahora se trataba de “liberales” contra “conservadores”.

Los liberales deseaban la ruptura definitiva con el oscurantismo político, los privilegios, los fueros, el estado teocrático, los monopolios productivos, e implantar un proyecto nacional basado en la dignidad, la igualdad jurídica, los derechos y libertades, sobre todo la de conciencia (que es sustento y esencia de todas las demás) y la de cultos, elevando el laicismo a rango constitucional, al ser incrustado dentro del espíritu de la Ley. En tal sentido, la idea mantenida por la ignorancia y el tiempo (combinación que genera monstruos) de que los liberales eran antirreligiosos, inculcada por quienes se oponían y se oponen al avance democrático y a las ideas y acciones realmente reformadoras –premisa básica del liberalismo-, es a todas luces falsa. Muchos de ellos -empezando por Juárez- eran en lo personal católicos, pero como servidores de su patria, eran ante todo defensores de las libertades y de la democracia; ellos sabían que para que la democracia fuera tal, tenia que ser laica, que las mismas enseñanzas de su religión marcaban desde el huerto de los olivos las fronteras tan distintas e inconfundibles de lo que corresponde respectivamente al César y a Dios; estaban conscientes de que ningún pueblo puede ser libre si la economía y la política no son más que monopolios en manos de una pequeña “familia feliz”.

Por su parte, los conservadores, que por naturaleza se oponían a todo esto, pugnaban por el mantenimiento y fortalecimiento de los privilegios para las clases hegemónicas, es decir, el clero, el ejército y los caciques. Satanizaban la menor idea de cambio, puesto que iba en contra de sus intereses. El único cambio aceptado –entonces y siempre- era el que proponía que todo siguiera igual.

Las posturas de ambos bandos fueron inflexibles y al chocar en el debate legislativo produjeron confrontaciones a las que se sumaron las medias tintas de los villamelones que tomaban partido por unos o por otros y cambiaban de color según su conveniencia.

Al final, la libertad de cultos y la facultad exclusiva del Estado para regularla se establecieron en la Carta Magna, aunque el debate en torno al laicismo del Estado se trabó. Tendría que esperar hasta la llegada del nuevo milenio para ser puesto de nuevo en la mesa, ahora por el constituyente permanente (ahí está listo como asunto pendiente para la actual legislatura). Tal como profetizó Francisco Zarco hace siglo y medio: “el Estado laico acabará triunfando por su propio peso, es solo cuestión de tiempo”.

Ante la derrota legislativa, la reacción encontró en la satanización de la Carta Magna decretada por el papa Pío IX, el pretexto para expedir el “Plan de Tacubaya”, mediante el cual se desconocía la Constitución. Un abogado de origen francés, Ignacio Comonfort, destruyendo la base jurídica de su legitimidad, se auto propinó un golpe de Estado, siendo nombrado por Zuloaga presidente provisional, mientras que Juárez, entonces presidente de la Suprema Corte, fue de nuevo encarcelado. Al poco tiempo, solo unos cuantos meses, Zuloaga desconoce a Comonfort y en contraataque éste libera a Juárez, quien se traslada a Guanajuato. Comonfort, traicionado por los conservadores y despreciado por los liberales, no tiene más alternativa que el exilio. Ante la ausencia material del Presidente de la República, la ocupación del puesto recaía formalmente en el Presidente de la Corte, con lo que Juárez asume el ejecutivo, dando inicio la “Guerra de Tres Años” o “Guerra de Reforma” (1858-60).

Es precisamente durante ese período, que Juárez expide una serie de leyes que reglamentan aspectos esenciales de la Constitución de 1857 y buscan consolidar las disposiciones previstas en las anteriores leyes Juárez, Lerdo e Iglesias. A éstas leyes se les ha llamado “Leyes de Reforma”, que empiezan a publicarse a partir de julio de 1859 y concluyen en 1863 –justo a la mitad del camino entre 1810 y 1910- y que son las siguientes:

  1. Ley de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos (12 de julio de 1859)
  2. Reglamento para el cumplimiento de la Ley General de Nacionalización (13 de julio de 1859)
  3. Ley del Matrimonio Civil (23 de julio de 1859)
  4. Ley Orgánica del Registro Civil (28 de julio de 1859)
  5. Decreto del Gobierno por el que se declara que cesa la intervención del clero en los cementerios y camposantos (31 de julio de 1859)
  6. Decreto del Gobierno por el que se declara qué días deben tenerse por festivos y prohíbe la asistencia oficial a las funciones de la iglesia (11 de agosto de 1859).
  7. Decreto del gobierno por el que quedan secularizados los hospitales y establecimientos de beneficencia (11 de agosto de 1859).
  8. Ley sobre libertad de cultos (4 de diciembre de 1860).
  9. Decreto del gobierno por el que se extinguen en toda la República las comunidades de religiosas (23 de febrero de 1863).

La respuesta no se hizo esperar. Los clérigos, militares y políticos de la reacción, ya mermados por las derrotas en la guerra armada de 3 años y en la guerra ideológica legislativa del Constituyente, en un acto puro de crimen organizado se confabularon contra la República para traer del santuario realista de Miramar a Maximiliano, un Habsburgo apoyado por las potencias mundiales de la época: Inglaterra y Francia, con la esperanza de restaurar y reforzar sus privilegios. Cuál sería su sorpresa cuando el mismo emperador espurio, creyente del Estado liberal, reconoció la validez de las Leyes de Reforma, por considerar su contenido cimiento de todo Estado libre y democrático.

Al final, del mismo modo que la Guerra de Reforma, la Guerra de invasión del imperio francés, la ganó el pueblo de México, a un lado de Juárez y sus compañeros de ideas y de acciones; y junto con ellos ganó la República, el laicismo, el Estado de Derecho, el régimen de libertades y muchas otras instituciones que han sido y siguen siendo orgullo de nuestra nación.

Pero así como la época de Reforma fue la segunda independencia de México, así también puede ser considerada la primera revolución ideológica y jurídica de nuestro país, puesto que fue precisamente el olvido de sus principios y fines y la recuperación y actividad de los poderes hegemónicos reaccionarios lo que trajo consigo el inicio de la Revolución mexicana, solo 50 años más tarde, en 1910, la cual no concluyó hasta que fue restaurado el orden constitucional de la Carta Magna de 1857, actualizada en 1917.

Las Leyes de Reforma constituyen la verdadera Independencia de México; retoman los ideales de Hidalgo y Morelos y los proyectan al futuro; proclaman la vitalidad y universalidad de los derechos fundamentales al consagrarlos por primera vez en nuestra historia en la Constitución de 1857, aboliendo desde entonces la esclavitud material y espiritual de los mexicanos; transforman desde el fondo a nuestra nación, dándole el carácter de Estado y de República; pero a la vez conforman una verdadera revolución jurídica, política, económica y social, que modeló para siempre nuestra personalidad como país, erigiéndose en piedra de fundación de nuestra identidad profunda y en ejemplo a seguir por muchos pueblos, aún aquellos que en esos momentos se consideraban de los más avanzados.

Que enfoquen bien su vista quienes ignoran o desprecian a esta etapa de nuestra historia, a los reformadores y sus actos: Las Leyes de Reforma son el águila de la razón y de la buena política que abate a la serpiente de la reacción y del oscurantismo ultramontano, siempre al acecho. Pero de ninguna manera implican el menor ataque a ninguna religión, ni menos un desplante de ateísmo. Por el contrario, dado su carácter laico, garantizan el respeto a todas las religiones y a los derechos fundamentales de todos para ejercer libremente la conciencia, patrimonio primero y último –en muchos casos el único- que tenemos todos los seres humanos y que nadie, por más que lo intente, por más fuerza que tenga, nos podrá quitar.

Juárez y lo que representa fue justo con los derrotados; eliminó la intolerancia; separó con maestría las actividades de las iglesias y el Estado y la no intervención de uno en la esfera del otro. Estos principios -aunque no les guste a algunos pocos- se han convertido en elemento inseparable de nuestra identidad nacional y garantía de paz y de estabilidad internas.

Juárez y su carruaje siguen su andar, ante los embates de la reacción, cobijados por el cálido manto del amor del pueblo con quien se identifica. Viajero incansable, carga a cuestas la República; en su equipaje, a la vez modesto y grandioso, lleva los valores más preciados de los mexicanos, uno de cuyos tesoros son precisamente las Leyes de Reforma.

Juárez aún tiene fija la mirada en quienes lucran con la ignorancia, con el fanatismo y con la ingenuidad y la buena fe de nuestra gente.

Juárez sigue señalando con su índice de fuego a los señores del poder en cualquiera de sus formas, que niegan, menosprecian o ignoran la ética liberal y reformadora.

Que no lo olviden quienes siguen llenando sus alforjas a costa de explotar las manos y las mentes de nuestro pueblo: Juárez sigue vivo, porque está en todos y en cada uno de nosotros, todos somos Juárez.

Que viva la Independencia, la Reforma y la Revolución y el pueblo que las ha hecho posibles!

Que viva Juárez! Qué viva México!