José Vasconcelos ante la tumba de Benito Juárez

“ANTE LA TUMBA DE BENITO JUÁREZ”

por José Ramón González Chávez

A la memoria del más ilustre de los mexicanos (21/03/1806 – 18/07/1872)

Traigo a la memoria un discurso que con motivo del 47 aniversario luctuoso de Benito Juárez pronunciara José Vasconcelos, uno de los hombres más preclaros que ha tenido México a lo largo de su historia cultural y política.

Al igual que Juárez, Vasconcelos nació en Oaxaca, en febrero de 1882 y murió en la ciudad de México el 30 de junio de 1959. Durante su existencia, se distinguió de tal forma dentro del mundo del pensamiento continental, que su figura ha quedado ubicada para siempre entre la más selecta pléyade de intelectuales hispanoamericanos. Su labor reformadora en el ámbito educativo ha sido considerada por muchos como una de las obras más importantes de la Revolución Mexicana.

Pero antes de incurrir en tan memorable pieza oratoria, ubiquémonos históricamente en el marco histórico en el que fue pronunciada:

1912.- En México, plena guerra civil. El gobierno maderista se encuentra tambaleante. Hay una lucha abierta por el poder entre las diversas facciones políticas, al igual que abierta es la intervención política norteamericana a través de Henry Lane Wilson, embajador de esa nación ante la Mexicana.

Hacía menos de cuatro meses de la sublevación de Orozco, representante militar del plan de Chihuahua. El punto de atención de la contienda bélica intestina se centra en el norte de la República, especialmente en las cercanías de la frontera entre Chihuahua y EE.UU. Francisco Villa y Victoriano Huerta pelean juntos, formando un mismo frente, aunque es evidente la existencia de delicados puntos de fricción.

En la Capital del país, como premio por las derrotas propinadas a las tropas orozquistas, el después traidor Victoriano Huerta es nombrado por el Presidente Francisco I. Madero general en jefe del Ejército Federal.

De otra parte y por la misma razón, los reaccionarios dirigen su mirada hacia Félix Díaz, quien se preparara a encabezar la rebelión en Veracruz, que se efectuaría unos meses más tarde.

En la Ciudad de México, la contienda política es candente.

Inicia el proceso de establecimiento de las directrices del movimiento revolucionario.

Un gran número de miembros de la clase burguesa comienza a emigrar hacia Europa y Estados Unidos.

La medrosa clase media mantiene su indefinición política.

Es en este contexto histórico que llega el 18 de julio de 1919. En el panteón de San Fernando, ante el mausoleo de Juárez, un joven liberal que recién ha cumplido los treinta años, tras un atril, frente a un nutrido grupo de personas, dirige estas palabras:

«SER LIBERAL ES ESTAR PRONTO A REFORMAR Y A REFORMARSE»

Hoy han nacido el recuerdo y la ofrenda del alma misma del pueblo, y todos hemos ido con emoción reavivada a la tumba por donde otros años pasamos agobiados por la culpa de una conducta complaciente, indigna de nuestro antepasado, los firmes ciudadanos cuyo lema confirmado por su conducta se expresó en la máxima valiente de Ocampo: «Me quiebro pero no me doblo».

El pueblo mexicano dolorido por la terrible lucha que apenas termina, se yergue sobre su dolor y redimido de toda ignominia celebra a su patricio magno con la frente ya altiva aunque sangrando, con el corazón firme no obstante la amargura y el luto, con la voluntad alerta después de la contienda y satisfecho porque ha sufrido males irreparables, pero no lleva en el espíritu la infamia de la sumisión.

Se acerca a la memoria del Benemérito, imaginando que quien tanto amó a su patria, aún vela sus destinos y las aspiraciones del alma popular, angustiosas y alegres como las voces del sacrificio fecundo, se vuelven al pasado con orgullo cantando la esperanza de una raza que ha sabido luchar por el bien y morir por la libertad.

Frente a los manes de los antepasados venerables corresponde hacer la estimación de nuestros progresos y el examen de nuestras faltas, por eso hoy que el pueblo, oprimido por el afán de renacer, vuelve a vosotros, padres de la Reforma, y os trae de nuevo su amor y gratitud.

Rotos los falsos ídolos, era preciso que os buscásemos a vosotros, los puros y abnegados: limpio abolengo que nos inyecta firmeza. El espíritu liberal que os animó resucita multiplicado: el ardor presente es el mismo que a vosotros os llevara al sacrificio y a la gloria…

Es liberal nuestra edad y nuestra generación pero también es preciso que ella sepa y lo sepamos nosotros mismos, que ser liberal no nos obliga a guardar respeto idolátrico por las fórmulas liberales o por los hombres que representan en nuestra historia el liberalismo, sino que al contrario, el liberal está siempre pronto a reformar y reformarse: porque es el progreso lo que constituye el liberalismo.

Nuestras instituciones liberales son intocables tan solo mientras no seamos capaces de producir algo mejor, pues no basta para resolver los problemas contemporáneos inspirarnos en el libro sagrado de nuestras leyes, sin tener presente las luces de nuestra edad y sus doctrinas fecundas.

Ninguna generación puede desprenderse de su derecho para hacer leyes, instituciones, moral, arte o genio, de acuerdo con su mayor saber, su mayor ambición o su mayor poder.

El alcance de las fuerzas humanas es ilimitado, porque cada generación tiende a hacerse autónoma, porque cada individuo está en lo justo si considera que su vida y su duda y su problema son únicos, y es él mismo, el obligado a aumentar esa vida y a resolver ese problema único.

Tal imperiosa resolución de desarrollar con independencia cada individuo, sociedad o generación, es lo que constituye el liberalismo. Cuidarte a ti mismo es su fórmula; deja que el destino realice entre todos sus milagros todas sus sorpresas; eres sustancia trabajada por las fuerzas divinas y aquel que se introduce entre el alma y su intuición, entre el hombre y su pensamiento, es sacrílego contra la obra misteriosa que se realiza instante tras instante por encima de los criterios humanos y del poder de las sociedades.

No digas buen apóstol «haz como yo» pero abre tu corazón, da tu experiencia, por si ella sirve para el caso semejante del hermano afligido, muestra el camino hallado, pero no lleves de la mano, educa al discípulo para que mire con sus ojos y camine con sus pies y encuentre su propia ruta. Hazlo andar, porque la libertad es únicamente un medio, indispensable sin duda, pero en sí estéril, un simple requisito para el desarrollo de la obra que es lo que importa verdaderamente es el individuo y en el pueblo.

No basta por eso que el pueblo grite por las calles el regocijo de su liberación, es preciso que dé valor a esa libertad, pues el hombre o la raza que no dan los frutos de su naturaleza, ni la merecen, ni la practican. La obligación de obrar es superior a la de ser libre, y debe ser nuestro estímulo constante.

Puede esta generación envanecerse con su herencia de Constitución y leyes que aseguran la independencia de las religiones y el Estado; mas solo merecerá apellidarse liberal, si en vez de hinchar su retórica en los comentarios y elogios del pasado, cumple los deberes del progreso del presente, subordina su legislación a lo vital y la transforma a igual paso que el progreso, pues no hay edad que no pueda y no deba hacer o reformar Constituciones, leyes o gobiernos, si con ello acelera la marcha demasiado lenta de la civilización.

Coloquémonos entre el pasado y el porvenir exigiendo, un alto, para nosotros, y así viviremos haciendo del pasado un inmenso pedestal y recibiendo en los oídos la música del porvenir pero con la cabeza y los brazos libres para labrar nuestra huella en los senderos del tiempo. He aquí por qué, generación, debes sentirte fuerte y autónoma, para que se realice tu quimera y llenes tu tiempo con los frutos de tu acción: para que tu esfuerzo se imponga al porvenir y te haga inmortal.

Fortificado con esta fe en la acción, vamos noble patricio a continuar las ceremonias en tu honor. Después de esta velada oficial, los liberales de hoy prenderán cerca de las tumbas del panteón histórico las luces que simbolizan el alma de los muertos. Serás ahí de nuevo recordado como en otros años con veneración siempre igual.

Permite que con los homenajes de ellos, los más afectuosos de cuantos recibas en este día, vaya también el centro de nuestro anhelo nuevo a buscar apoyo en ti, padre de firmezas y heroísmos. Permite que en tu tumba misma, entre las oraciones de tus fieles, encuentre confirmación y esperanza nuestro ideal de victoria.

Detenida en tu recuerdo medita esta noche la patria sus destinos. Llora el dolor de sus hijos huérfanos por la guerra civil; pero escucha el suave trinar de la resurrección prolongándose en la quietud hasta convertirse en canto triunfal de vida».

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