La Primera Entrevista de Trump Presidente Electo: Qué hay que retener?

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LA PRIMERA ENTREVISTA DE DONALD TRUMP COMO PRESIDENTE ELECTO:

LO QUE HAY QUE RETENER

Por Jose Ramon Gonzalez Chavez

 

El pasado domingo 13 de noviembre, en el programa 60 minutos de la CBS norteamericana, Donald Trump dio su primera entrevista como presidente electo. En ella dejó ver las que serán sus líneas básicas de trabajo, la mayoría congruentes con su discurso de campaña, aunque algunas atemperadas en el ánimo de la conciliación y la presión de los grupos de poder y de interés americanos y multinacionales.

La primera declaración fue que renunciará a su sueldo como presidente (oficialmente más o menos 400 mil dólares al año) recibiendo en cumplimiento a la ley, un dólar, aunque no habló de las llamadas partidas secretas o discrecionales, cuyo monto es nada despreciable. Este acto de demagogia pura intenta comunicar un pretendido desinterés por sus propios beneficios sobreponiendo a ellos los públicos (su fortuna se calcula en unos 3 mil setecientos millones de dólares, desde luego sin descontar un 30% por los impuestos que aún debe y ahora quién sabe si pague).

También, en un intento de conciliar y resolver las crecientes tensiones y polarizaciones generadas a partir de su elección, lanzó un llamado a la calma para sus detractores (que por cierto son más de la mitad del electorado, pues recordemos que al igual que al Gore contra Bush, Hillary Clinton ganó la elección voto por voto): “no tengan miedo, vamos a restablecer nuestro país”.

Lamentó los actos de violencia y acoso proferidos contra las minorías musulmanas, negras, hispánicas, que se han multiplicado a partir de la elección, a lo que pidió a sus autores y seguidores: “paren eso!”.

Mantuvo firme su posición a favor de la portación de armas de fuego y contra el aborto, afirmando que nombrará jueces que concuerden con su postura sobre esos temas. “Yo soy pro vida y los jueces que nombre serán pro vida… Serán favorables a la segunda enmienda constitucional que hace de la portación de un arma un derecho para todo ciudadano americano”. Esta declaración, aunada al hecho de que durante su mandato podrá sustituir a varios juzgadores en caso de muerte o retiro y a que también deberá nombrar a un noveno ministro de la suprema corte por estar vacante una plaza, y al hecho de que tanto la cámara de representantes (diputados) como el senado tendrán mayoría republicana, además del capital político que tiene en los gobiernos estatales y municipales de su partido, implicará riesgosamente la republicanización de las tres ramas del poder público federal y local y con ello el regreso, ahora recargado por el uso de los medios y las redes, del fantasma del autoritarismo a las decisiones políticas y jurídicas tanto internas como externas.

Sobre el Obamacare, similar a lo que aquí sería el seguro popular, moderó su postura al decir ahora que no se abrogará, sino que sufrirá modificaciones.

No obstante que estas declaraciones tendrán un serio impacto para nuestro país por sus inminentes efectos negativos en muchos sentidos, lo que más pareció llamar la atención de los penosos medios nacionales fue la que tuvo que ver con la migración: “Lo que vamos a hacer es aprehender a los malos, los que son criminales y tienen expedientes judiciales, a los que se agrupan en pandillas, a los que trafican drogas, que son dos o quizá tres millones. Vamos a sacarlos de nuestro país, están aquí ilegalmente, o a meterlos a la cárcel”.

Esta declaración modera la propuesta de campaña de expulsar a 11 millones de inmigrantes, y aunque preocupante tendrá que ser modulada, pues si bien lejos de ser original da continuación a la desde hace años tradicional política de deportaciones del gobierno estadounidense sea quien sea el que esté sentado en la silla (el gobierno de Obama tiene el Récord histórico en ese rubro), parece poco viable e incoherente tal como lo ha planteado hasta el momento, pues 1) no existe esa cantidad de inmigrantes con antecedentes penales, traficantes y pandilleros y 2) porque les guste o no van a seguir requiriendo esa mano de obra que abate considerablemente los costos de producción al estar subvalorada y libre de regulación salarial, impuestos, seguridad social, condiciones de trabajo, etc.

Independientemente, de ello esta política será operada bajo la sombra del autoritarismo, ya que con ese pretexto se podrán manejar las expulsiones prácticamente a placer, como siempre ante la presencia ciega, sorda y muda de los organismos internacionales de derechos humanos en aquel país.

También se refirió al tema del muro: “Para algunas zonas quisiera puestos de control; para otras el muro es lo más apropiado”. Recordemos que la frontera mexicano norteamericana es la más extensa del mundo, con más de 3,185 kilómetros de largo y la más transitada también. Y que desde hace años (George Bush Sr.) se comenzó a construir y no ha dejado de avanzar el famoso “Muro de la tortilla” que ahora tiene ya más de 1,200 kilómetros, más otro tanto de frontera natural entre las inhóspitas zonas de desierto y la propia barrera fluvial; así que solo le faltaría una tercera parte para terminar el trabajo, lo que hace ver que su promesa de que los mexicanos pagarían por la construcción (de lo que falta) del muro no está tan descabellada, pues en otras declaraciones ha dicho que para tales efectos cobrará indirectamente a través de las compañías norteamericanas de transferencias de fondos un impuesto por cada dólar enviado por concepto de remesas de EUA a nuestro país.

La viabilidad de estas propuestas se hace todavía más posible al ver la forma de integración del círculo rojo del flamante presidente Trump, con personajes conocidos y reconocidos por su postura radical de derecha, tema que nos dará pie para la redacción de una columna dedicada en específico al tema. Base un botón de muestra: Reince Priebus, representante connotado de la derecha “alternativa” (radical) y del movimiento nacionalista blanco, muy cercano al presidente de la cámara de representantes, de su misma orientación, Paul Ryan, y que desde antes de la campaña ha manifestado públicamente su posición aún más extremista que Trump sobre el asunto migratorio, el obamacare y el terrorismo islámico.

Todo esto nos muestra el inminente regreso de un nuevo nacionalismo que tiene como plataforma algo así como una Doctrina Monroe recargada, impulsada por la derecha norteamericana, cuya cara visible es la imagen mediática de Trump y que junto con posturas similares en otros países ponen en entredicho y en una seria crisis conceptual y de viabilidad objetiva –entre otras cosas- la oferta globalizadora del reaganismo-tatcherimo propuesta e impuesta desde hace más de tres décadas. Lo grave del asunto es que nuestro país en general, no solo el gobierno, ha sido incapaz hasta el momento de generar un plan para hacerle frente, de lo cual también hablaremos en futuras entregas.

 

 

Hillary o Donald: Cuál es la diferencia?

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HILLARY O DONALD, CUAL ES LA DIFERENCIA?

Por Jose Ramon Gonzalez

 

Hago esta entrega el mismo día en que se celebran oficialmente las elecciones en Estados Unidos de Norteamérica, el 8 de noviembre de 2016.

 

Mientras todos andan en los pronósticos, vaticinios y adivinanzas, además de expectativas y falsas esperanzas, he preferido hablar no de lo que “va a pasar”, sino de lo que “ya pasó” a raíz de ese proceso electoral, independientemente de quién sea quien gane; al menos así estas líneas (espero) no se harán viejas tan rápido como las otras. Me explico:

 

Hemos presenciado una campaña inédita entre dos contendientes con un alto grado de desacreditación ante la ciudadanía, en donde las propuestas concretas que propongan formas de arreglar la no poca ni sencilla problemática política, económica y social de aquel país han sido sustituidas por las diatribas, la guerra de lodo, las desacreditaciones, todas ellas muestras de la ausencia de argumentos, de falacias que no hacen más que atentar contra el debate de ideas y propuestas y al final de cuentas contra una democracia cuya forma y fondo nos hacen ver que requiere con urgencia de una cirugía mayor.

 

Durante los tres debatas que se realizaron, no se abordó ningún tema sustantivo ni para la sociedad norteamericana ni para la comunidad internacional que por lo que se vio es lo que menos importa en la construcción del nuevo gobierno.

Según el viejo refrán que dice que en política un actor es alguien, pero sobre todo representa a algo y a alguien se cumple de nuevo a pie juntillas: Hillary y Donald nos muestran lo que ellos representan y a quién, es decir, intereses de clase y de los grupos en el poder manifiestos desde el momento mismo en que decidieron iniciar su movimiento de independencia: Los terratenientes y comerciantes, encabezados en esta ocasión por Donald Trump, que en términos generales y con los matices propios del contexto pretenden continuar la política y la economía republicana al menos desde Reagan a la fecha; y por otra parte, la clase política y jurídica liderada por Hillary Clinton, abanderada de la perspectiva política económica clásica de ese país reinterpretada en los mismos términos que en el caso anterior desde la perspectiva de una pretendida continuidad gubernamental Clinton-Obama-Clinton.

 

Ya decía –y decía bien- un embajador norteamericano en México de hace algunas décadas que Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses. Una de las cosas que pudo reflejar el discurso de los contendientes más importantes –que no los únicos, pues hay otros de quienes por cierto nadie habla- es la perspectiva proteccionista, casi insular, que distinguirá al gobierno siguiente, sea quien sea el que se siente en la silla y que no obstante estar imposibilitado de detener o cancelar todo al mismo tiempo, indubitablemente se distinguirá por un acento más radical, con marcada tendencia proteccionista al interior e intervencionista al exterior.

 

Al respecto hay que vincular lo anterior con otra variable de análisis sustantiva que ya dejó ver este proceso: el despertar de aquellos monstruos que creíamos ilusamente –o nos hicieron creer- que ya habían desaparecido: el racismo, la intolerancia, la xenofobia, la exclusión, la misoginia, el hegemónico White Power, que en realidad –ahora caemos en cuenta- siempre se han mantenido en las Grass Roots o raíces permanentes del ethos norteamericano y que se manifiestan ahora de manera cínica a través del emblema mediático de Trump, y con los que comulga prácticamente la mitad los ciudadanos que están a favor del Republicano, según las encuestas recientes que han llegado a emparejar los pronósticos de preferencia electoral y no han provocado más que polarizar, sin duda de manera riesgosa, no solo a la ciudadanía sino a la sociedad norteamericana, enfrentamiento que tendrá que remediar, ya sea Clinton entrumpeciendo su gobierno o Trump clintonizándolo, para llegar a un híbrido sincrético semejante –hablando en términos partidistas- ya sea a un burro elefantiado, o a un elefante enburrecido (perdonando todos estos innovadores verbos).

 

Para México, el país subdesarrollado con la frontera más grande con EUA y para acabarla una de las más largas del mundo, a pesar de lo que se ha estado tratando de inculcar desde los medios nacionales (los norteamericanos casi no hablan de eso), olvidándose de que según nuestra Constitución los extranjeros no pueden inmiscuirse en los a independientemente de quien gane, el panorama no se muestra optimista. Ninguno de los dos candidatos mencionó nada concreto respecto de migración, regularización del trabajo ilegal, inclusión social, mejoramiento de las relaciones económicas y políticas, la colaboración en el contexto de las reformas estructurales, el combate al crimen organizado en ambas fronteras, la venta de armas para ambos bandos y muchas otras cosas que requieren tanta atención.

 

Y mientras todo lo importante se queda en el tintero o en la papelera de reciclaje de ambos candidatos, aquí en México, los medios convencionales tratando de subir su rating se dedican a echar porras a la Clinton y Declarar de forma expresa o tácita al otro candidato que es un peligro para México. Pero lo que es peor aún, gobernantes y legisladores olvidando a quién y a qué representan, dejando a un lado su investidura, hasta se ponen camisetas y agitan banderitas ajenas, cual novatos promotores del voto, llegando a protagonizar un espectáculo por demás grotesco que da la puntilla a la poca, poquísima dignidad y legitimidad que pudiera quedarles, en lugar de estar debatiendoy pensando con seriedad sobre el cómo deberán accionar ellos y nuestro gobierno en términos de política interior y exterior del 9 de noviembre en adelante, para enfrentar el embate de la doctrina Monroe recargada que caracterizará el nuevo gobierno norteamericano, repito, sea quien sea el que llegue.